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El 1 de Abril de 2017 fue nuestro 34º Aniversario de la fundación de nuestro Centro de Alto Rendimiento Dojo Kuubukan, por tal motivo nuestro Sensei Ishana Pérez ha escrito un nuevo artículo para conmemorar dicha fecha.

        El tema tratado en éste escrito es poco habitual o nada abordado en el mundo del Aikido, esto es, la disruptividad de los alumnos en Aikido, pero es un aspecto muy transcendental para la educación y la evolución de los estudiantes.

        Esperamos y deseamos que más Senseis se motiven al leerlo y plasmen sus experiencias y recursos para corregir éste problema que se puede manifestar en cualquier Dojo.

        Agradecer una vez más a nuestro Sensei Ishana Pérez por mostrarnos aspectos de la educación en Aikido que nos pueden hacer crecer y practicar mejor.

#AikidoKuubukan / #DojoKuubukan / #Disruptivo

Índice del Artículo.

Alumnos disruptivos en Aikido.

Alumnos disruptivos en el Dojo.

Alumnos disruptivos en el Tatami.

¿Por qué un alumno puede ser disruptivo?



Alumnos disruptivos en Aikido

        ¿Qué es un alumno disruptivo en Aikido?

        La conducta disruptiva es un modo de actuación inapropiado que dificulta el proceso de enseñanza-aprendizaje por parte del Sensei y perjudica el buen funcionamiento del grupo y por lo tanto del Dojo, así como la atención en las clases, seminarios e intensivos.

        Como en todo, existen diferentes perfiles de alumnos conflictivos en Aikido, al igual que circunstancias que pueden llevar a los estudiantes a tener actitudes disruptivas.

        Voy a separar las actitudes de los alumnos disruptivos en el Dojo y estudiantes disruptivos estando en el Tatami, para que de ésta manera se entienda mejor el perfil y los comportamientos en cada caso.

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Alumnos disruptivos en el Dojo

        No respetar al Sensei.

        Es el caso más grave, dado que se cuestiona la autoridad y por tanto el conocimiento que se recibe. Siempre me pregunto por qué si se cuestiona a la persona que te está formando, ¿cuál es la razón para seguir en su entorno?

        Lo mejor es ser coherente y buscar el propio camino o el ambiente que vaya más con la mentalidad de dicha persona, porque como dice la famosa fase: “Hay gente pa tó”.

        Desobedecer las indicaciones dadas para evolucionar tanto de forma técnica como en la etiqueta.

        Esta actitud se hace tanto de forma consciente como inconsciente. Son las resistencias que bloquean el progreso, hay alumnos que toman consciencia de ellas y las vencen, pero hay otros que las van cultivando y al final germinan en comportamientos muy negativos, tanto para sí mismo como para el Dojo.

        Si estas personas llevan tiempo de practicantes, suelen estar atadas a un palo y giran constantemente sobre las mismas cuatro cosas que integraron en un comienzo, terminando agotadas y defraudadas por no tener el coraje de cambiar, pero lo peor, es que plantan en el Dojo las semillas de la apatía, de la desgana, la negatividad, etc.

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        Contestar de forma impertinente, tanto con la voz como con el lenguaje corporal.

        Hay alumnos que son más autocontrolados con su voz, pero los delata sus gestos cuando les instruyes, porque compruebas con su lenguaje corporal que no están prestando atención, o pasan directamente de lo que le estás trasmitiendo.

        Y ya en el peor de los casos, es cuando van apostillando según les vas explicando.

        Desafiar la autoridad tanto del Sensei como de los Sempais.

        Aquí es cuando se le manda a realizar algo e intenta evadirse o directamente hace oídos sordos, no quiere colaborar con el grupo para el beneficio común, pero sí beneficiarse del trabajo de los demás.

        Son los típicos que constantemente están echando un pulso a los responsables del Dojo, o poniendo palos en las ruedas para frenar las dinámicas en cualquier aspecto, bien sean de enseñanza o en otras facetas del centro.

        No cumplir con la normativa que hace reconducir actitudes negativas o tóxicas, tanto para sí mismo como para el grupo.

        Lo normal en éste perfil es que se salte la etiqueta que regula el buen comportamiento de todos y que nos permite respetarnos y practicar con seguridad.

        Por otro lado, aspectos de la disciplina que podrían mejorar su carácter y esculpir su personalidad no los tiene en cuenta, un ejemplo muy simple, la higiene personal (se entiende por higiene personal: estar peinado o con el pelo bien recogido, afeitado o si se tiene barba bien arreglada, uñas correctamente cortadas y limpias, tener limpio el Keikogi y correctamente puesto, ser puntual -que es higiene mental-, y por supuesto, asearse antes de las sesiones y bañarse al final), aspecto tan trascendental tanto para la persona como para la disciplina.

        No colaborar en nada.

        Lo más típico es tardar en cambiarse en el baño antes del inicio de la sesión, para que los demás hagan los preparativos previos, o no limpian el Tatami para utilizarlo para el Keiko; otro aspecto, es la organización administrativa del Dojo, donde nunca se hacen responsables de nada; en la organización de eventos, bien sea en la enseñanza como en lo lúdico, tampoco están dispuesto a participar, pero lo curioso es que éste tipo de perfil les encanta las cosas bien organizadas y a ser posibles gratis.

        Es el típico gorrón aprovechado que parasita e intenta esquilmar a los demás que tiene a su alrededor.

        En la enseñanza es el practicante que quiere robar determinados conocimientos que le atraen o no se lo dan en su entorno, pero sin comprometerse ni siquiera temporalmente con el Dojo y el Sensei que le instruye. Suelen ser personas que van de un Dojo a otro sin asentarse en ningún sitio, y normalmente en un alto porcentaje, con muchas carencias en su formación.

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        Violencia manifestada de forma:

        Física.- Es el típico abusón que se ceba con los que saben menos que él. También está el que tiene problemas personales y los manifiesta de forma agresiva y peligrosa cuando practica.

        Verbal.- Es aquel que siempre esta despotricando de todo y de todos.

        Gestual.- Es cuando su movimiento está lleno de violencia, aunque no lo manifieste verbalmente.

        Con los objetos.- Descarga su agresividad con las cosas que están en el Dojo y son un medio para su evolución.

        De género.- Suele ser belicoso con los que son de distinto género a él, y normalmente abusa de ellos, bien porque tiene más conocimientos o por su corpulencia corporal.

        Si viaja con el Dojo a actividades de formación utiliza personas y recursos para su interés propio y asiste muy poco o nada a la actividad organizada.

        Es el típico descarado que solo piensa en él y sus intereses.

        Siempre se apunta a las fiestas, pero no colabora en su organización ni con su aportación personal.

        Tengo un amigo que suele hacer muchas fiestas en su casa, un buen día que estábamos en una de ellas, y ante todo el mundo (se ve que había llegado a su límite de tolerancia), le dijo a un amigo suyo: “Ya está bien que siempre que vienes a mis fiestas, solo traigas la guitarra y los chistes.”

        Pues en los Dojos también existen estos especímenes, y en la mayoría de los cosos sin guitarra y sin chistes.

        

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Alumnos disruptivos en el Tatami

        Pasividad, apatía, desinterés…

        Su cuerpo manifiesta su no predisposición para la enseñanza y el Keiko de esa manera, dicho de otro modo, carece completamente de espíritu.

        No tiene material propio, siempre anda pidiendo, Ken, Jo…

        Es el gorrón de antes pero en éste caso con su propio material, y no es un problema de economía, porque luego le ves con un buen coche, o el último modelo de móvil.

        Falta mucho a clase.

        Es imposible llevar a cabo una planificación con alumnos así, siempre tienen algo que hacer en el día y a la hora que toca la clase de Aikido.

        Hablan constantemente durante el Keiko con sus compañeros.

        Es el modelo de alumno disruptivo más común que existe en Aikido (al menos en los entornos latinos), rompen constantemente tanto el aprendizaje propio, como el del compañero con quien está practicando por su charlatanería, suelen argumentar su comportamiento con: “Es que no sabe y le quiero ayudar”, eso por un lado, si son veteranos y tienen cierta complicidad, “Es que no le sale”. En la actualidad en nuestro Dojo central es tan grave éste problema, que he tenido que poner la norma que cuando pille hablando durante el Keiko, van a realizar los dos 100 Ukemis continuos, para ver si se puede reconducir ésta actitud tan nociva.

        Ese proceder denota: falta de atención-concentración en el Keiko, falta de ganas por superarse, un gran hueco en su etiqueta, no querer sudar y no desarrollar: observar, copiar, imitar y repetir.

        Y en el peor de los casos, habla cuando el Sensei está mostrando en el centro.

        Esto es, cuando hace apuntes a los compañeros que tiene sentados al lado sobre lo que está aconteciendo en el centro del Tatami, esto supone una gran desviación dentro de la enseñanza.

        Decir que éste caso no cuenta para los traductores, que pueden estar haciendo su trabajo en ese momento a nivel personal a un alumno concreto.

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        No practica, permanece sentado mirando mucho tiempo, con la excusa que no lo entiende.

        Es el típico que no quiere sudar y constantemente se para a mirar; aquí también entra el superhacendoso, que constantemente se está arreglando el Keikogi (la ropa de practica) para no practicar y con esa actitud frenar la dinámica del Keiko que siempre se ve entrecortada por sus sucesivas paradas.

        Hacer bromas constantemente o sin venir a cuento.

        Es el chistoso del grupo que está fuera de lugar con sus chanzas burlescas.

        No le interesa hacer práctica personal.

        Es la misma actitud que antes se comentó de la práctica en las clases oficiales, es decir, es aquel que el esfuerzo no va con él, e intenta escabullirse de todas las formas posibles. Lo peor de éstas personas es que en muchos de los casos luego reclaman más nivel e intensidad de trabajo, y si por un casual accedes a dárselo, cuando desarrollan el planteamiento que es más exigente, se tropiezan con su realidad porque no pueden llegar al nivel planteado por sus carencias de base, y se lo haces notar, con lo cual, suelen contestar: “Es que me estoy adaptando”, pero no hacen nada para superarse.

        No van a seminarios ni a intensivos.

        Éste perfil no suele ir a actividades más intensas que las clases oficiales, y si aparece, suele ser a la fiesta que hay al final de dicho evento.

        Rehúye planteamientos que tienen una duración más prolongada para practicar, y una cosa curiosa, siempre tienen una excusa como escudo para justificarse el no asistir.

        Es poco colaborador con sus compañeros.

        Es el típico estudiante que solo piensa en sus intereses, y estos van desde la entrega para practicar, es decir, él quiere que los demás se esfuercen para poner en práctica lo que el Sensei mostró, pero cuando le toca a él ser Uke las cosas cambian, porque se para, mira al exterior del tatami, se arregla la ropa, etc.

        También está cuando necesita la colaboración de un Uke para estudiar un grado o realizar una práctica personal y se sirve del compañero, pero cuando es a la inversa, siempre tiene algo que hacer que le impide colaborar.

        Esa misma actitud la puede proyectar en el Dojo, todo lo que sea “él” los demás tienen que estar “obligados” a hacerlo, ahora, cuando los demás necesitan algo, él no está disponible.

        En los dos apartados que se han visto (alumnos disruptivos en el Dojo o en el Tatami), desde que haya actitudes reiteradas que manifiesten comportamientos de esa índole, los primeros que deberían intervenir son los Sempais, que deben resolver de forma limpia dicha situación.

        En el caso que las circunstancias les superen, el Sensei responsable del Dojo debe tomar las riendas del asunto y zanjarlo, porque con un solo alumno disruptivo puede infectar a todo un entorno si no se reconduce su conducta, o ya en situaciones muy críticas, invitarle a que abandone el Dojo, porque es más el perjuicio que el beneficio que esa persona puede aportar para sí mismo como para el entorno donde está.

        

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Pero la pregunta clave es, ¿por qué un alumno puede ser disruptivo?

        Veamos algunas cuestiones que pueden desembocar en esa actitud:

        

        Quizás el alumno llega con unas expectativas más de gimnasio que de Dojo.

        Aún en occidente en la gran mayoría de los países prima más el concepto de gimnasio que de Dojo, hace tiempo escribí sobre las diferencias entre uno y otro, para ello ver la editorial: Cuando te vas y vuelves.

        Está claro que si una persona viene con unas expectativas de gimnasio va a caer en paracaídas en el Dojo, y nada más entrar se va a encontrar con un muro que le va a ser difícil de superar, tanto por la disciplina como por el entorno que se respira si no entiende bien la diferencia.

        Esto puede llevar a las personas a tener actitudes disruptivas, bien conscientes o inconscientes, porque a la persona le atraen algunas cosas, -por ej. el Arte que quiere practicar, en ésta caso el Aikido-, pero choca con otras, -por ej. con la disciplina que hay que tener para el aprendizaje en su amplio espectro-, y esto pasa aún habiéndole informado previamente de lo que es un Dojo, y lo sé porque me suele pasar muy a menudo.

        El alumnado no siente como útil ni interesante lo que el Dojo le ofrece:

        Aquí hay varios enfoques:

        Uno de ellos es cuando alguien viene con la intensión de aprender a agredir a los demás, pero se encuentra que en el Dojo en vez de eso, se insisten mucho en la no violencia y en no causar daño a nadie. Está claro que el elemento que esa persona buscaba y era su motivación para practicar no lo encuentra, por lo tanto, o abandona el centro de enseñanza y va en busca de su objetivo a otra parte, o si se queda, más temprano que tarde va a ser disruptivo inevitablemente.

        Los conocimientos que se le ofrecen.

        Esto es el concepto erróneo de que la educación como budoka consiste en unas cuantas llaves y ya está todo listo.

        Cuando la persona descubre que primero tiene que acercarse a su cuerpo, sentirlo y dominarlo con la técnica de cada disciplina que practique, que tiene que controlar sus sentidos, que tiene que ser disciplinado, que tiene que desarrollar un método de aprendizaje progresivo, etc., se lleva un impacto tremendo y de ahí vienen los problemas posteriores: apatía, desgana, frustración…

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        El currículum de aprendizaje para su formación.

        Pasa como con las cuatro llaves que cree que tiene que aprender y listo, en contraposición se encuentra que para pasar de nivel tiene que desarrollar un programa detallado de: normas de conducta, de técnicas, de valores a cultivar e integrar, de capacidades a desarrollar, con una educación física a superar y a mantener, textos a estudiar, habilidades a desarrollar, etc.

        Esto es muy típico en las personas que llegan con el síndrome de aprender muy rápido, que suelen durar entre seis meses a un año como máximo, e inmediatamente abandonan. En éste caso la disrupción se produce porque todo lo que se ha volcado en ellos se va por la alcantarilla, y si un Dojo es frecuentado por personas así, se hace muy difícil sacar una generación de aikidokas, al menos, formados en la base del Arte, porque constantemente se está comenzando desde el principio.

        ¿Cómo se lo ofrecemos? Eso significa ¿con qué metodologías y con qué planificación?

        No toda la culpa siempre es del que llega, puede pasar que también la tenga el responsable del Dojo al no dar respuestas a las inquietudes y objetivos de sus alumnos, porque en líneas generales toda persona que se acerca a un centro de enseñanza, llega con la intensión de aprender y formarse correctamente.

        Por ejemplo, ahora en nuestro Dojo tenemos dos alumnos nuevos desahuciados de otros sitios donde practicaban Aikido, según ellos, ¡literalmente!, “No me enseñaban”, por esa razón han probado suerte con nosotros, pero actualmente se encuentran muy sorprendidos, porque en un corto periodo de tiempo están desbordados con tanto conocimiento a integrar de una forma escalonada, progresiva y planificada de antemano, están en la antítesis de su primera experiencia, que ahora primeramente tienen que acomodarse en nuestro entorno, luego, integrarse para poder soportar y superar nuestro plan de estudios.

        Si no hay un currículum de contenidos estructurados y con aspiraciones de progreso y perfección, las personas se sienten frustradas y engañadas, por lo tanto, no es de extrañar que sean disruptivos y conflictivos.

        Solo busca curiosear.

        Es la típica actitud de aquel que va de Dojo en Dojo y de disciplina en disciplina, sin formarse en ninguno ni en ninguna.

        En ese transitar va degradando su carácter y personalidad, es un disruptivo andante.

        Muy distinto de aquel que se cultiva en distintas disciplinas, esto es, al menos permanece en cada una de ellas un ciclo marcial, es decir, diez años, que es donde se adquiere la formación elemental. Lo cual es muy enriquecedor y le aporta un bagaje que a buen seguro le enriquecerá mucho su formación como budoka.

        Aquí también está el ejemplo de aquel que en Aikido solo hace mano vacía, descarta las armas como método de evolución y perfección, y de vez en cuando hace sus pinitos asistiendo a algunas clases o seminarios donde se imparten, en vez de integrar en su práctica habitual el Aiki-Ken, el Aiki-Jo y el Tanto dori, o cualquier otra arma de otra disciplina.

        Le han obligado a ir, pero su tendencia personal no es el Budo ni el Aikido.

        Suele ocurrir mucho en las personas jóvenes (ver artículo disponible en nuestra Web: Guarderías Marciales), que bien por familiares, amigos o modas del momento aparecen en los Dojos. El conflicto aquí se manifiesta porque se lucha internamente con dos sentimientos encontrados, y eso hace que se tenga y se actúe inadecuadamente.

        Aquí la culpa no es toda de aquella persona que es coaccionada por otra para que aprenda una disciplina marcial, aunque es una buena lección de vida si enfrenta y comunica a su tutor o a quien corresponda, su no disposición para hacer tal actividad porque no le gusta.

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        Puede ser que el alumno tenga problemas personales que no le permitan concentrarse en el aprendizaje.

        Éste apartado es más peliagudo, porque se trata de la vida personal de los alumnos, y yo soy de los partidarios de no interferir en la vida privada de los estudiantes.

        

        Dicho esto, de la misma manera que la disciplina influye en la vida personal del alumno por los valores que le aporta, también puede ocurrir que la vida haga presión sobre el estudiante y a su vez en la disciplina que practica, y he aquí el problema, en especial cuando la influencia es negativa por contratiempos puntuales y concretos del acontecer de la existencia.

        La actitud más amorosa por parte del Sensei y de los Sempais, es ayudar y dotar al estudiante de las herramientas que el Arte posee con el objetivo de solventar los problemas personales que intentan rebosar en el Dojo, por ejemplo: un alumno tiene graves problemas económicos, en esa caso es dar facilidades para que eso no frene ni detenga su evolución; que tiene mucho estrés por un problema que ha aparecido en su vida, ofrecerle técnicas que le ayuden a liberar esa tensión para recobrar su equilibrio; si el estudiante está desahuciado de su casa por las razones que sean, y el Dojo tiene internado, ofrecerle cobijo hasta que solucione su problema de residencia, en definitiva, de lo que se trata es de buscar y facilitar soluciones dentro de las posibilidades que el Dojo tenga, para que esas preocupaciones momentáneas no lleguen a producir una actitud disruptiva que contamine al alumno y a su entorno.

        Puede ser señal de que el alumnado no sabe relacionarse adecuadamente, le falta educación y habilidades sociales.

        Esto se suele dar mucho hoy en día, y los novicios suelen chocar constantemente por esta razón, un ejemplo muy simple, la importancia de saludarse al comienzo y al final del Keiko entre estudiantes, lo primero es señal de respeto y predisposición para la práctica, y el saludo final es para dar las gracias y agradecer al compañero su voluntad y su colaboración para la superación mutua, pues bien, mucha gente se olvida de algo tan simple y a la vez tan conveniente como eso.

        Digamos que hay “dos tipos de educación”, la que se trae de casa y la que se adquiere y es propia de la disciplina que se esté practicando, que a su vez se enraíza con otra cultura: japonesa, china, coreana, india, etc. Cuando ya hace aguas la primera, -la que es responsabilidad de los progenitores-, está claro que en un altísimo porcentaje esa persona va a ser disruptiva sí o sí, y lo que es peor, no va a acatar la educación que le ofrece la disciplina que practica.

        Para la carencia de habilidades sociales el Dojo es un buen campo de instrucción, dado que es un mundo de relaciones, y no solo con los de tu cultura, sino con otras muy distintas, porque el espectro de practicantes y realidades que entran en contacto es muy, muy amplio.

        Otra cosa que favorece la interacción entre individuos es el paraguas del comportamiento común que da el Aikido, que favorece e integra como punto de partida, para luego conocer e interactuar con otras personas y con otras realidades muy distintas.

        Puede ser que el alumnado no sepa asumir la necesidad de las normas y la manera de organizar la convivencia en el Dojo, esto es: derechos y responsabilidades.

        Está claro que como se dijo antes en el punto anterior, si de casa no te han acostumbrado a que tienes derechos, pero que eso implica también responsabilidades, a la persona en cuestión le va ser difícil acatar y respetar una normativa que regule la seguridad y la convivencia en el Dojo.

        Y si en un Dojo no hay disciplina, difícilmente se va a poder transmitir enseñanza y trascendencia personal, porque todo y todos están abocados al fracaso o a construir otra cosa que no es un Dojo.

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Conclusión

        Tras comportamientos insociables se acostumbran a esconder necesidades importantes no satisfechas y una baja autoestima o una falta de habilidades sociales para relacionarse positivamente con los demás.

        Es entonces cuando el Sensei debe superar la valoración del alumno, fundamentada únicamente en los comportamientos visibles, y esforzarse en descubrir las necesidades profundas de esa persona para ayudarla a encontrar el modo de satisfacerlas, superar sus miedos e inseguridades. Es obvio que si no hay una participación activa por parte del estudiante nada se va a poder hacer.

        Replanteando el concepto tradicional de autoridad, aquí siempre me gusta recalcar que ya no estamos en la edad media japonesa, por lo tanto, la actitud ciervo - vasallo está obsoleta y fuera de lugar. La autoridad es el uso en positivo del poder, lo cual conlleva que te la reconozcan los otros. Un Sensei tendrá autoridad cuando su alumnado lo perciba como alguien en quien puede confiar, alguien que los guía en su proceso de aprendizaje desde el respeto, la confianza en las propias capacidades y la correcta orientación en los momentos en los que el alumnado así lo requiera. Todo ello se consigue mediante la coherencia, el respeto a las normas igualitarias y correspondientes a cada posición: Sensei, Sempai, Kohai y Dohai, a la capacidad de diálogo y la transformación de los conflictos. Además el talento para organizar formas de aprendizaje para que los estudiantes puedan seguir e integrar su proceso de transformación tanto como personas y como aikidokas. Todos los recursos y la manera de enfocar el trabajo técnico, debe estar dirigido a dar herramientas al Sensei para actuar desde tales parámetros, esto hará que incremente su poder de referente, y por tanto su autoridad.

        

Ishana Pérez.

Aiki - Publis del mes de Abril de 2017.

          Fotos: Jessica Dudine.

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