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Nuestra compañera Jessica D. es una persona que tiene varias responsablidades en la infraestructura de nuestro Dojo, es un gran valor y una persona que hace grandes aportaciones para que la escuela crezca.

        Hasta donde sé, Sensei lleva tiempo detrás de ella para que plasmara por escrito la experiencia de su fatal lesión, nos alegramos de que ese momento haya llegado.

        Es un artículo íntimo de sus sentimientos-sensaciónes experimentados en esa situación poco deseable para cualquiera, y creemos que su relato puede ayudar y dar fuerzas a aikidokas que estén pasando por lo mismo o similar.

        Recuerdo su tezón, porque a pesar de su fractura no dejaba de venir al Dojo, de hecho, en un Misogi de O Sensei, y por propia iniciativa fue la persona encargada de hacer el reportaje de foto y vídeo para nuestra Web.

        Eso como otras tantas cosas, demuestra que el espíritu del Aikido habita en su interior, y a pesar de las adversidades es capaz de seguir y superarse.

        En nombre de todos nosotros sus compañero, felicitarla por desidirse a relatar su experiencia, ¡muchas gracias Jessica, y no te olvides de que todos te queremos!

        

Un 29 de febrero...

        Y entonces sucedió, ese sonido que jamás olvidaré, un crujido profundo y seco acompañado de un fuerte dolor. Sabía perfectamente lo que había pasado, sabía que ya no había marcha atrás. En ese momento, en ese segundo solo pensaba en mi trabajo, mi práctica, todas las cosas logradas y los miedos que poco a poco había despejado de mí. Ocurrió haciendo Jo Tori, realizando Kokyunage.

        Todo sucedió muy rápido a mí alrededor, pero mi mente se había encapsulado. No lloré, al menos no en ese momento. Sabía lo que me había pasado, sabía perfectamente mi diagnostico sin siquiera hacerme pruebas, pero solo pensaba ojalá no sea, ojalá sea otra cosa.

        No había marcha atrás, mi Sensei me puso un pañuelo en forma de cabestrillo y corrimos hasta urgencias. En el coche no paraba de pensar ¿Y ahora? ¿Qué haré ahora?...

        Al llegar al ambulatorio, solo pedía una droga que me quitara el dolor, era un dolor insoportable, profundo, solo con hablar y respirar dolía. La médica que me atendió, me remitió al Hospital -genial- pensaba yo -si tengo que ir al hospital es lo que me temía- sí, en el fondo lo sabía, mi cuerpo lo sabía.

        

        Después de llegar, entré sola a la fría sala de espera. Esperé, me atendieron y me realizaron una radiografía, me dijeron, siéntate aquí. Para mí fueron unos minutos muy largos, esperaba la ansiada respuesta, el ansiado pronóstico.

        Entro, me siento en la camilla con mucho dolor, pero sobre todo miedo. Y de repente lo vi. Se veía perfectamente la separación total del hueso, roto, y desplazado. Y entonces lloré. Lloré al verme, lloré porque en ese momento no sabes que te depara el futuro, no te imaginas los duros meses por los que tienes que pasar.

Radiofrafía de J. D.

        Lloré porque pensé que nunca más podría volver a practicar ni Aikido ni ninguna otra actividad. Con lágrimas en los ojos, no por el dolor de mi clavícula, sino por un vacío profundo que recorría mi ser, escuchaba a la enfermera, ella me miraba con cariño, con pena, me explicaba con voz dulce lo que tenía que hacer y por lo que tenía que decidirme. ¡Si! Me dieron a elegir.

        -Fractura acabalada-, es una fractura típica de los niños y los ciclistas, tienes que decidir si quieres operarte, en ese caso te operamos hoy, u optas por el tratamiento conservador.

        

        ¡Claro! Nadie quiere operarse si no es extremadamente necesario. En ese momento tenía mucho miedo y dolor, sólo quería que el dolor desapareciera, y con él la fractura y todo lo que había sucedido.

        En ese momento le dije a la médica que optaba por el tratamiento conservador, le hice muchas preguntas; como pegaría el hueso, en que consistía el tratamiento conservador, y lo más importante, cuanto estaría de baja y si podría volver a tener plenas capacidades con el hombro, tanto para la práctica como para la vida cotidiana.

        El hueso se soldaría con el tratamiento conservador y sí, se curaría perfectamente y podría volver a hacer todo lo que quisiera, incluso Parkour, -pero claro tienes que recuperarte al cien por cien- me decía.

        Al día siguiente fui al traumatólogo y me colocó un vendaje en ocho (cruzado a la espalda), a partir de ahí no podría quitármelo nunca, excepto para ducharme, y al ducharme tendría que tener sumo cuidado de no llevar los hombros hacia delante. El diagnóstico fue "fractura de clavícula acabalgada" tendría que estar en reposo casi 5 meses... La colocación del vendaje en ocho fue muy dolorosa, para colocártelo el traumatólogo se pone detrás de ti y coloca su rodilla entre los omoplatos y tira de los hombros con la ayuda del vendaje para reducir al máximo la fractura.

        

        Los días siguientes fueron los peores, solo acostarme era una odisea porque oía y sentía ese "crack". Dormí la primera semana casi sentada ya que si me recostaba notaba como se movía el hueso.

        Al mes fui de nuevo al traumatólogo con la esperanza de que el hueso se estuviera consolidando, pero ingenua de mi aún se podía apreciar en la radiografía que el hueso aún estaba completamente desplazado y sin señales de consolidación.

        Seguí yendo al traumatólogo los meses siguientes, y cada vez que miraba la radiografía seguía viendo el hueso separado sin señales de consolidación. Aunque el traumatólogo me decía siempre que la recuperación iba bien, por lo visto él veía “callo óseo”.

        Y efectivamente a los 5 meses, en junio, el traumatólogo me dijo que comenzara a mover el brazo poco a poco, me dijo que nadara despacio a crol o a espalda, pero nunca a braza de momento. Recuerdo que no podía mover prácticamente el brazo, lo tenía como dormido, para que se hagan una idea, no podía tocarme la cabeza para hacerme un recogido. La sensación no era de dolor, sino de resistencia y rigidez. En este momento de mi recuperación me sirvió mucho el yoga que practicamos en el Dojo, ya que tenía que poner en práctica el sentido del límite y el saber respirar correctamente.

        

        Durante todo el proceso visitaba el Dojo con regularidad, y hacía Mitori Keiko de hecho en mayo aún con la fractura hice un intensivo de meditación. Esto me ayudó mucho ya que motivaba a recuperarme para volver.

        Fui constante en mi recuperación, ahora por fin podía comenzar a mover el brazo y posteriormente a ejercitarlo. Todos los días hacía mis ejercicios y poco a poco comencé a recuperar la movilidad. Mi última consulta y radiografía fue a finales de Julio, y ahí me despedí de mi traumatólogo, lo que quedaba ahora era todo trabajo por mi parte. ¡Salí feliz de la consulta!

        Todos los días hacía mi rutina de ejercicios, cuando pude mover el brazo al cien por cien comencé con los pesos para volver a adquirir fuerza.

        Al terminar el verano retomé la práctica, me sentía bien con el hombro, ya no me dolía, y podía moverlo bastante bien aún así los primeros meses practiqué con una hombrera porque me sentía mucho más segura.

        

        El comienzo fue difícil, tenía miedo de hacer los ukemis, de hecho, probé a hacer ma - ai ukemi en una de las primeras clases y no me sentí cómoda, aunque me había recuperado y ya el hueso estaba consolidado sentía algo raro ahí dentro, no me sentía cómoda de momento haciendo ukemis, asi que retomé mi práctica sin ellos, y me fue muy bien.

        A los dos meses me propuse hacer ukemis en mi práctica personal, comencé desde cero con ushiro ukemi sola, y luego con compañero. Así mes a mes, cada mes un poquito más fui perfeccionando la técnica y volví a hacer ukemis en la práctica.

        El que más me costó fue ma - ai ukemi, el miedo me frenaba, pero al final con constancia pude volver a hacer los ukemis y practicar sin mayor problema.

        Quizá algunas personas hubieran dejado de practicar sin siquiera volverlo a intentar. Yo no soy de esas personas. Si te gusta algo, hazlo por muy duro que parezca comenzar. Aún después de esta lesión sigo practicando soy constante e incluso los ukemis están muchas veces en mi práctica personal.

        Reconozco que todavía tengo muchos miedos a la hora de dejarme llevar y hacer ukemis. Pero lo intento trabajar para algún día poder practicar sin resistencias y sin miedos.

Jessica D.    

Aiki - Publis del mes de Junio de 2018.

        

        

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