Es para nuestro boletín un inmenso placer contar con la participación de la Sensei Michelle Feilen, sin duda y fuera de toda discusión, un referente en nuestro país, tanto como aikidoka al igual que como docente.
Se necesita en nuestra tierra que cunda su ejemplo y que cada vez haya más profesoras al frente de Dojos, enseñando, gestionándolos y dando ejemplo de un buen hacer.
Ishana Pérez Sensei me ha invitado a escribir un artículo desde el punto de vista femenino sobre mi vivencia en el Aikido.
Basándome exclusivamente en mí experiencia creo que debo decir que no hay diferencias entre hombres y mujeres a la hora de practicar Aikido. Somos nosotros los que establecemos la diferencia cuando hablamos sobre ella. Si pensamos en el Aikido desde la perspectiva de la práctica física no encuentro ninguna.
Sin embargo, el hecho de ser mujer sí puede provocar determinadas reacciones en algunas personas. Me refiero a que alguna vez he vivido la situación en la que un hombre me ha querido demostrar lo fuerte y superior que era. En un principio se podría interpretar como machismo, pero creo que se trata de algo más: la condición humana lleva a ciertas personas a proyectar a través del Aikido su falta de seguridad y su manera de demostrarlo, cuando se encuentra con alguien que él considera más débil, es a través del uso de una fuerza desproporcionada. Evidentemente, el género femenino es físicamente inferior por naturaleza y está más expuesto a estas situaciones. Por otra parte, me gustaría aclarar que esta demostración de fuerza no se da exclusivamente de hombre a mujer, sino también de persona más fuerte a más débil, pues he sido testigo de situaciones similares entre mujeres y de una mujer hacia un hombre. No se trata, por tanto, de una cuestión de género sino de una cuestión de diferencias de nivel técnico, de fuerza física y por la falta de respeto. De todas maneras pienso que la técnica es la prioridad y es lo que te da recursos para afrontar distintas situaciones.
Foto: Fuji Mae
En el torno de nuestro Dojo –que comparto con mi pareja Francisco Manchón- nunca he sentido un trato diferente por parte del alumno. El hecho de ser mujer y no tener la fuerza física de un hombre te obliga, en la práctica del Aikido, a ser mucho más rigurosa en la técnica y desarrollar facultades como la anticipación para afrontar distintas situaciones en igualdad de condiciones (esto formaría parte de la propia disciplina marcial). También me gustaría añadir que el 85% de los alumnos del Dojo son hombres, muchos de ellos con una gran experiencia en otras Artes Marciales, e incluso, en muchos casos, Maestros en diferentes disciplinas. El hecho de que escojan nuestro Dojo demuestra que no ven a la mujer menos capacitada para enseñar Aikido. En este sentido, nunca me he sentido cuestionada en mis enseñanzas.
Foto: Asociación Sudamericana de Aikido / Ricardo Corbal
De mi experiencia en Japón puedo contar que en el entorno del Aikikai el trato que he recibido ha sido el mismo que reciben los cientos de extranjeros que cada año pasan por ese lugar. Creo que el Aikikai en muchos casos es una cura de humildad para muchos Aikidokas que se sienten capacitados técnicamente, es decir, practicar en un ambiente de tanto nivel te devuelve la imagen de lo que realmente vale tu Aikido. Algunos vuelven de Japón sin haber experimentado la técnica del Aikikai puesto que no han tenido la paciencia para corregir su base que en muchos casos es incorrecta.
Otros Aikidokas, sin embargo, ven en el Aikikai la oportunidad de desarrollar su Aikido al lado de grandes Maestros. Estos estudiantes son los que verdaderamente aprovechan, a través de su perseverancia, voluntad y pasión, un Aikido que luego podrá ser transmitido en otros lugares del mundo.
El entrenamiento de alguno de estos Aikidokas hace que se desarrollen grandes lazos de unión con los Maestros. Cuando vas allí tienes que demostrar tu valor seas hombre o mujer y el trabajo y el esfuerzo o la perseverancia, y algo de suerte, te lleva al reconocimiento.
Mi relación con los Maestros japoneses siempre ha sido excelente y sólo puedo estar agradecida por lo que han aportado a mi vida. Yamada Sensei es mi mentor, mi protector. Con él he aprendido sobre la cultura japonesa, sobre la etiqueta, las bases del Aikido y cómo enseñar y estructurar la clase. Gracias a él he tenido la oportunidad de conocer gente de todas partes del mundo. He tenido la ocasión de viajar, de dar clases tanto en Europa como en Estados Unidos y América del Sur. A través de él he conocido personalmente a muchos otros Maestros y he podido disfrutar de sus enseñanzas. Le estaré eternamente agradecida.
Sensei Michelle Feilen, Demostración en Japón, Embukai.
Asimismo, a través de Miyamoto Sensei he podido compartir experiencias dentro y fuera del Aikikai Hombu Dojo. Me brindó la oportunidad de hacer una exhibición en el Budokan de Tokyo durante el Embukai de 2006. Esta experiencia me ayudó a ser reconocida en muchos países y creo que agradó mucho a la comunidad internacional de Aikido.
Siempre me he sentido respetada y la actitud de dichos Maestros, y otros que no cito, no ha hecho más que incrementar el respeto y el reconocimiento que me transmiten mis alumnos y la comunidad del Aikido.
En la actualidad hay mujeres profesionales del Aikido que cuentan con una gran experiencia y un gran reconocimiento, sobre todo en Estados Unidos.
En mi opinión muchas mujeres merecen la responsabilidad de impartir clases de Aikido. He podido apreciar un gran nivel técnico en muchas de ellas en diversos lugares del mundo. Creo que la confianza en ellas mismas, la humildad y la voluntad en seguir desarrollando su Aikido es lo que hará que en un futuro inmediato muchas mujeres sean reconocidas a nivel internacional dentro del mundo de la enseñanza.