Ser y llegar a ser.
Escuche en una ocasión una historia sobre Miguel Ángel, el escultor del renacimiento, hablaban de su capacidad para visualizar en una mole bruta de mármol una escultura.
Él era capaz de percibir lo que había dentro de cada piedra, donde los demás solo veían piedra él veía un "David" o una "Piedad" de tal modo que cuando empezaba a esculpir lo hacía con la mayor precisión desde el principio, por ejemplo, si comenzaba por una mano hacia directamente venas, uñas etc. eso nos da idea de su capacidad.
Creo que todo sensei es un escultor, pero también creo que asimismo esos formadores deben tener la humildad de no querer forzar la piedra a un escorzo no deseado, me explico, lo que hay dentro de la piedra es lo que hay, para bien o para mal, querer llevarla más allá es un error , quedarnos cortos es otro.
Con sabiduría el sensei, ya transformado en escultor debe ver esa piedra en bruto, ¿que es difícil? Ya lo sé, tampoco es fácil llegar a ser un enseñante.
Trabajar esa piedra con la convicción de lo que hay dentro, arrancar a la naturaleza tosca toda la belleza que pueda dar, dar la libertad a la piedra de expresarse.
Asimismo eliminar lo superfluo, lo innecesario lo que resta esplendor, pulir el detalle. Dar armonía a un conjunto que ya existe dentro de la piedra.
No nos equivoquemos, ¡todas las piedras no sirven para esto! Si entendemos el Budo como una Vía de perfección, si nos empeñamos en enseñar a un cretino, finalmente lograremos un perfecto cretino. El problema de estos "imbéciles" es que cuando se sienten "escultores" modelan buenas rocas y sacan de ellas extrañas esculturas, depende de la naturaleza de estas esculturas o se convierten en nuevos cretinos a imagen y semejanza de sus maestros o inician su camino de búsqueda por si mismos arrastrando finalmente las mutilaciones de una mala práctica de enseñanza sobre ellos, ¡penoso!
Creo que la esencia de la practica en Budo es SER no llegar a ser, que quiero decir con esto, estamos tan obsesionados con el potencial del individuo que nos olvidamos del individuo, si proyectamos nuestras ambiciones en el futuro nos olvidamos del presente, del aquí y ahora, ¿os suena?
Mientras practicamos, cuando nos esculpen, estamos ahí dentro, el merito del sensei es reconocer lo que hay y sacarlo a la luz. El merito del alumno es tener la paciencia necesaria para aguantar los martillazos.
No podemos obsesionarnos con el "potencial" nuestro o el de los demás, tampoco podemos hacer una palabra tabú de ella, es simplemente que potencial nos lleva al futuro, a la expectativa, en un asunto tan delicado como la práctica del Budo necesitamos todo nuestro potencial aquí y ahora, lo futuro se difumina y se hace uno con el presente.
En cierta ocasión que asistí a clase de un "prometedor" profesor se me ocurrió decir a la gente que estaba a mi lado "que lejos va a llegar" y un alumno recién llegado me respondió muy serio "¡ha!, es que hay que llegar a algún sitio". Ninguno de los dos se equivoco, el profesor llego muy lejos y no puedo estar más de acuerdo con el principiante. El sitio donde tenemos que llegar esta en el punto de partida, en nosotros mismos.
Pablo Buitrago Garay. Febrero de 2013.
Subir
|
Ser y estar.
En cierta ocasión, durante una clase de japonés le pregunte a mi profesora: ¿aikidoka es el que practica aikido? la respuesta fue rotunda, ese KA final implica que aikidoka es no solo el que practica sino el que vive por y para el aikido.
Qué diferencia de nuestro concepto, vamos un par de veces por semana al dojo, hacemos lo que hacemos, si es que lo hacemos, nos tomamos un par de cervezas y para casa, eso sí, en casa nos vemos todo lo que sale en YouTube, nos peleamos en todos los foros con seudónimos que nos esconden convenientemente y ¡ale! Un pis y a la cama.
La vivencia de un Budo debe ser algo más profundo que todo esto, no hace falta siquiera que nombre el tema espiritual, ahí ni me meto, ¿qué cuál debe ser la vivencia? preguntadle a vuestro sensei, yo que sé, ¡buscad la vuestra! tenéis esa facultad maravillosa. Pero no os quedéis en la superficie ni en la anécdota.
Hace ya un año, tuvieron la amabilidad de invitarme a realizar un Embu (demostración) de carácter benéfico, debía representar, -como alumno- a mi escuela de sable. Me pareció una idea maravillosa, compatibilizar mi pasión con la ayuda a los demás, que bien. El iai de mi escuela es particularmente complicado, amén de peligroso si se realiza de manera descuidada. El problema surgió cuando caí en la cuenta que solo podía efectuar una serie de iai (cuando uno se enfrenta a estas situaciones se da cuenta de que cosas tan nimias se convierten en grandes problemas), esto quiere decir que desde el principio uno debía empezar como un cohete, no estaba preparado, mi practica empezaba de menos a más por eso mismo por la peligrosidad y por la exigencia física.
Tuve que cambiar el planteamiento mental de la práctica; en tiempos antiguos en Japón, con la posibilidad de un conflicto inminente, tampoco tenían tiempo para un "calentamiento" previo al combate. Tenían que estar prestos a lo que fuera, -les iba la vida en ello-. Obviar esto es pervertir el sentido de la práctica, ahora bien, también están las lesiones por falta de calentamiento, pero un cuerpo bien acondicionado con la práctica física continuada es menos propenso a esto.
Finalmente realice el Embu y fue una experiencia muy grata para mí, gracias a esto descubrí una cosa: la disponibilidad inmediata exige una entrega continuada, esa entrega continuada viene cuando se vive por y para eso a lo que nos entregamos.
Pablo Buitrago Garay. Marzo de 2013.
Subir
|