Nuestro Apartado Aiki – Publis: Articulo Mensual
Mapa  de nuestra Web Contacto con la secretaría de nuestro Dojo
Puedes comentar el artículo en nuestro Blog  

  Contacto con la Secretaría del Dojo para realizar sus donativos  Todos los contenidos de nuestra Web están abiertos a todas las personas que quieran estudiarlos o consultarlos en cualquier momento, con el objetivo de mejorar su estudio en el Budo o en el Arte del Aikido.

        Si usted quiere ser partícipe de este proyecto puede hacerlo a través de sus donaciones. Contacte con la secretaría del Dojo para facilitarle nuestro número de cuenta corriente para realizar sus donativos. Muchas gracias.

Con esta tercera parte (la primera se publicó en el pasado mes de Junio de 2012; y la segunda en Octubre de 2012) completamos el artículo Karate - Do del Sensei Roland Habersetzer.

        En esta parte trata de aspectos más internos en el trabajo del Karate – Do, como por ejemplo: la vacuidad del espíritu, Mizu-no-Kokoro, el Zanshin, Tsuki-no-Kokoro, la unión del cuerpo y el espíritu, etc.; sin duda aspectos relevantes a la hora de practicar y estudiar cualquier Budo.

        Esperamos que nuestros lectores con estos tres artículos encuentren los elementos comunes con el Arte que practican, que a buen seguro eso es una fuente de estímulo para recorrer el camino.

Biografía del Sensei Roland Habersetzer

Karate – Do, 3ª parte.

        Una fuerza inconsciente: la vacuidad del espíritu

        Este aspecto psicológico está profundamente vinculado con todo lo que es oriental. El Karate, como las demás artes marciales japonesas, ha tenido una fuerte influencia del Budismo-Zen y de ello resultan unos conceptos muy particulares; por ejemplo, el espíritu del hombre debe llegar a ser tan simple como el de un niño (lo que los adeptos del Zen expresan diciendo que solo el “Vacío” es fuente de eficacia).

        Hay que entender por vacuidad de espíritu el hecho de que éste no se halle acaparado por ninguna idea preconcebida que podría distraerle, que es perfectamente libre de toda influencia paralizante procedente del exterior, y que, por lo tanto, está en un estado de receptividad total, a punto de reaccionar como un rayo al primer estímulo; permanece en estado de vigilia (“una espera sin ninguna finalidad en un estado de gran tensión”), pero libre de toda sujeción, como una pelota flotando en el agua está a punto de orientar sus facultades en cualquier dirección. Como no espera nada, está a punto de todo. Vacío, puede llenarse; no hay, de esta manera, ningún freno entre la percepción y la reacción; el tiempo de reacción es entonces lo más breve posible, sin que el papel del espíritu se elimine totalmente como ocurre en los actos reflejos de los que hablaremos más adelante.

        El hombre deviene verdaderamente eficaz cuando encuentra su espíritu original, cuando vuelve a ser niño (no enturbiado por las sucesivas experiencias de la vida); podemos decir que tiene que reencontrar el estado de candidez perdido aunque conservando la fuerza y la técnica. Tal es la filosofía Zen, muy difícil de explicar en tan pocas palabras, y que se halla en la base de la eficacia buscada, y a veces conseguida, por los maestros.

        Un espíritu como el agua (Mizu-no-Kokoro)

        Esta imagen es la que mejor refleja la búsqueda de la vacuidad mental. Los maestros que insisten sobre el hecho de que una actitud mental particular es indispensable frente a un adversario en el combate, son muy aficionados a dar esta imagen que ilustra la facultad de despojar el espíritu de todos sus pensamientos inhibidores.

        Hay que conseguir el espíritu puro, original (Mu-shin), única manera válida de percibir correctamente las influencias exteriores, como sólo un agua tranquila y sin ondulaciones puede reflejar sin deformación una imagen cualquiera. Solo él, libre de toda preocupación concreta de ataque o de defensa, es capaz de percibir instantáneamente y correctamente las intensiones del adversario y hacer reaccionar al cuerpo en consecuencia. La dificultad estriba en alcanzar este estado de no actividad mental teniendo en cuenta que el espíritu debe mantenerse alerta; porque, ¿cómo poder olvidar?

        Un espíritu alerta (Zanshin)

        Tener un espíritu claro, capaz de percibir la menor acción o intención del adversario no basta; hace falta que permanezca alerta, a punto de canalizar toda la energía mental y física en la acción que puede imponerse inmediatamente.

        El espíritu no debe encontrarse en estado de somnolencia, sino que debe vigilar al adversario aunque sin esperar nada en concreto; no debe dejarse dominar por ninguna sensación particular y especialmente no debe acapararle el deseo o la sensación de victoria en un momento determinado, por ejemplo cuando se ataca al adversario y se tienen todos los motivos para creer en una pronta victoria.

        La mente no debe en este preciso instante ni permanecer bloqueada en cierto modo por la presencia del adversario, sino que debe proyectarse lejos, más lejos del adversario… “a través suyo” es la expresión adoptada por los maestros; un impacto es forzosamente una acción localizada en el tiempo y en el espacio, pero no debe limitarse con ser una acción física. La actividad mental debe continuar envolviendo al adversario en una sensación única, sin interrumpirse jamás, ya que si se inmoviliza puede oponerse a ella la de un adversario mentalmente más fuerte.

        En la práctica, no hay que golpear pensando en el punto de impacto, sino que el pensamiento debe ir mucho más lejos; no hay que abandonar la vigilancia después del golpe, pues recobrarla después de que una acción imprevista del adversario nos haya obligado a ello (por ejemplo, si detiene el golpe o bien éste no disminuye su potencial de replica), sería llegar demasiado tarde. Zanshin es un espíritu alerta, siempre vigilante, siempre libre. El cuerpo actúa según su impulso, pero el movimiento termina de alguna manera sin que esta fase de detención signifique el fin o el cambio de dirección de un pensamiento consciente. Resulta difícil para el neófito comprender que, por ejemplo, dos acciones aparentemente tan contrastadas desde el punto de vista técnico como son la defensa y el contraataque proceden, en el maestro, de la misma sensación mental (el cual puede retroceder ante un ataque adverso cuando en realidad está ya rechazado “mentalmente” a su adversario).

        Un espíritu como la luna (Tsuki-no-Kokoro)

        Esta imagen nos recuerda que el espíritu debe abarcar al adversario en su totalidad, al igual que la luz difusa de la luna ilumina todo lo que se encuentra en su campo; entre la fuente luminosa y el objeto iluminado pueden interponerse nubes, que vienen a representar todo lo que turba al espíritu: nerviosismo, temor, miedo, etc. así pues, hay que ver al adversario, no mirarlo. El campo visual debe ser lo más amplio posible y la mirada no debe detenerse en ningún punto concreto; cuanto más la concentramos sobre un objeto menos lo vemos, por lo que percibiremos mucha más cosas no deteniendo la mirada, o sea el espíritu. De esta manera el menor gesto del adversario puede ser detectado, toda abertura en su guardia puede implicar una réplica adecuada e instantánea.

        En la práctica, hay que fijar la mirada a la altura de la cabeza del contrincante, aunque sin mirarlo a los ojos; en efecto, si intentamos “leer” sus intensiones, podrá hacer otro tanto y podemos traicionarnos o distraernos por una impresión. Ni los ojos, ni los puños, ni los pies del adversario deben atraer la mirada, aunque éste haga todo lo posible para ello; la atención quedaría en seguida captada por estos órganos y cualquier reacción afectiva se vería retrasada. Tal como lo hemos dicho para el espíritu, hace falta mirar “a través del adversario”, casi sin verlo; solo con esta condición el espíritu se mantiene lúcido y dispuesto a reaccionar correctamente a la menor señal.

        Vemos que el estado de “vacío mental” (llamado a veces “no mental”) no tiene como finalidad el no pensar en nada, sino el no pensar en nada concreto. En realidad, es el medio para reaccionar más deprisa, sin tener que hacer una llamada al espíritu y de una manera pura volvemos a encontrar la noción de velocidad; efectivamente, a nivel de las células nerviosas se determina la velocidad de las contracciones musculares, o sea, del movimiento; un Karate eficaz supone, en la base, una mente sana y un sólido influjo nervioso que no puede obtenerse o mantenerse más que con un modo de vida razonable que elimine cualquier exceso.

        Este modo de vida, por otra parte, es el del verdadero karateka y del que se ha sentido atraído por las ventajas mentales del Karate; ambos han comprendido que “el cuerpo no puede gozar de una energía si la mente es débil” y que “el espíritu debe ir primero y el cuerpo después”, tal como lo explicaba el maestro Oshima, gran personalidad del Karate japonés.

        III. Unión del cuerpo con el espíritu

        Todos los principios, tantos físicos como mentales, se interrelacionan y el karateka progresa simultáneamente en unos y en otros a lo largo de su aprendizaje, pues la finalidad misma del Karate, que es también la de todas las disciplinas marciales extremo-orientales, es la de hacer trabajar constantemente al cuerpo y al espíritu unidos en una perfecta concordancia; así el hombre está en todo lo que hace, pues no hace nada automáticamente, de ahí su eficacia en cualquier cosa que emprenda.

Yoshitaka Funakoshi Sensei

Yoshitaka Funakoshi Sensei.

        Esta unión del cuerpo con el espíritu, buscada por filósofos de todos los tiempos y de todos los países, no tiene, de hecho, nada de misterioso excepto en la manera de alcanzarla. De esta forma, el que se acuesta cuando lo desea y se duerme instantáneamente nos da un ejemplo de coordinación cuerpo-espíritu, al igual que el que manifiesta la misma facultad adivinando el ataque de un adversario y tocándolo en el momento mismo en que se disponía a golpear (Sen-nosen: ver 3ª. parte).

        No obstante, son raras las ocasiones en que actuamos con este estado de ánimo en la vida cotidiana, y cuando por casualidad se da esta circunstancia, por azar o por una razón imperiosa (peligro de muerte, asunto urgente, etc.) nos sorprendemos de la eficacia obtenida, imposible de volver a encontrarla luego en condiciones normales; en las circunstancias habituales, el hombre se dispersa y utiliza por separado su cuerpo y su espíritu, malgastando la energía de ambos. El Karate permite precisamente volver a encontrar esta unidad o al menos indica el camino (Do) para llegar a ello; pero, evidentemente, no es el único método.

        El reflejo: Hen-O

        Por definición, el reflejo es involuntario: es una reacción a un estímulo mental, pero el reflejo natural (por ejemplo, el hecho de cubrirse la cabeza con el brazo cuando nos amenazan) se distingue del reflejo adquirido (por ejemplo, el hecho de que un karateka reaccione mediante un bloqueo adecuado o un judoka mediante una esquiva o un ataque) aunque los dos sean instintivos y en su aparición no intervenga la mente.

        La impresión excitadora, tanto si es táctil, como visual o auditiva, se trasmite instantáneamente a los nervios motores y provoca la acción muscular; de ahí la velocidad de la reacción. Este reflejo se da en el karateka, pero no es esto lo que le proporciona su confianza en sí mismo. En efecto, este tipo de reflejo puede ser peligroso para él, ya que por definición es una pérdida de control de la mente sobre el cuerpo (de esta manera el adversario podría efectuar un acto fingido para que abriéramos nuestra guardia por una reacción instintiva en función de dicho acto, con lo que cuando nos diéramos cuenta del fallo, ya sería demasiado tarde para volver atrás).

        En el Karate, lo que al espectador le parece un acto reflejo no es sino un movimiento dirigido por la mente, una ejecución voluntaria de una técnica en función de la utilizada por el adversario. Es una acción voluntaria, pero ejecutada con una velocidad y en un momento tan oportuno que da la impresión de ser un reflejo; todo consiste en una cuestión de velocidad.

        Así, cuando llega un ataque, el karateka no reacciona en seguida; si lo hace, tenemos un acto reflejo propiamente dicho, que puede tener éxito o no según si el ataque es fuerte o no; si no lo es, el karateka se ha descubierto imprudentemente; pero incluso no reaccionamos en seguida, la mente acusa el movimiento del adversario, adivina si dirección y no ordena el “reflejo” hasta que la acción adversa no está lo suficientemente emprendida como para que pueda no ser considerada como un engaño. El movimiento de defensa se dispara entonces aparentemente instintivo. La diferencia entre el primer y segundo reflejo reside, pues, en el tiempo de reacción y no en el tiempo de ejecución de la defensa, el cual es siempre tan rápido si no más en el segundo caso, puesto que importa hacerlo más deprisa por el hecho de que el ataque adverso ya ha comenzado. El movimiento en sí no ha sido “pensado” y por este hecho no lo podemos considerar como un reflejo; la intervención del espíritu tiene lugar antes de desencadenar el movimiento.

        Si consideramos la velocidad de un ataque y la concentración mental intensa del que lo ejecuta, comprenderemos la que significa “potencia mental” cuando vemos actuar de esta manera a los viejos maestros; una tal proeza sería imposible si no se hubiera alcanzado el estado de “vacío mental”, ya que es el único que permite una rapidez tal.

        No hay otro tipo de reflejo que sea tan eficaz y capaz de proporcionar tanta confianza en sí mismo; es cierto que es mucho más largo de adquirir que el reflejo elemental, verdaderamente instintivo, que nada tiene que ver con la verdadera maestría; la diferencia es, ciertamente, ínfima pero es lo que distingue al auténtico Karate – Do de una técnica rudimentaria.

        El proceso llamado reflejo es una acción dirigida por la mente en función de un estímulo dado y de una oportunidad concreta, pero que, ejecutado a una velocidad muy grande, tiene lugar sin él.

        El espíritu de decisión: Kime

        Es, en el Karate, la manifestación perfecta de la unión del cuerpo y del espíritu, la resultante de todos los principios tanto físicos como mentales analizados hasta ahora. Sin Kime, no hay Karate. El Kime es esencialmente una sensación, un todo que es imposible de descubrir claramente. Solo el karateka capaz de “hacer Kime” en cada uno de sus movimientos, es realmente eficaz.

        Podemos traducir la palabra Kime por “eficacia penetrante”, lo que nos permite ya su mejor comprensión.

        El Kime es el conjunto de las acciones físicas y mentales que intervienen simultáneamente en la última fase de un movimiento (un poco antes del Impacto, y mantenidas hasta un poco después) y que hacen penetrar la energía desarrollada por el golpe en el blanco; es la fase realmente eficaz de una técnica. Ya hemos analizado sus diferentes componentes que no hacemos más que recordar aquí. El Kime es la explosión de energía concentrada en un punto durante un brevísimo instante. No interviene más que la última parte de la trayectoria de la masa que va golpear, en el momento en que toda la fuerza del cuerpo está totalmente concentrada en esta masa lanzada a gran velocidad.

        Esta es detenida bruscamente en el impacto y la energía cinética se transforma en fuerza golpeadora. Podemos. Pues, llamar Kime a la breve, pero intensa concentración de energía física, aumentada por un flujo mental que circula en el mismo sentido, que se produce en el momento del contacto con el adversario, ya sea en un movimiento de ataque como en uno de defensa. Precede a una total relajación.

        En realidad, la noción de Kime es más sutil y ciertos maestros consagrados nos muestran un Kime aparentemente más relajado a consecuencia de un movimiento ejecutado más lentamente, pero con una concentración intensa. Asimismo la parte del cuerpo con la que golpean no se inmoviliza nunca completamente, sino que, después del impacto, continúa el movimiento en la misma dirección sin que se produzca una verdadera detención, y no obstante, en un punto concreto de la trayectoria de la masa en movimiento sobre la que se coloca el impacto, la fuerza desarrollada alcanza su máximo (es el momento del Kime) aunque ello no resulte netamente visible para el espectador.

        Es lo que hace decir que el maestro trabaja aparentemente sin gran esfuerzo. Ese nivel superior es la sensación del Kime, más mental que físico, no puede intervenir con validez hasta que el primer estado no se domine correctamente; ya que mal comprendido no sería en absoluto eficaz y suprimiría en el karateka todo verdadero esfuerzo, condenándose así a no alcanzar nunca la finalidad de su búsqueda.

Kanaza Sensei

Kanaza Sensei.

        El Kime se materializa a veces en el Kensei, que es el grito gutural -muy breve- que nunca deja de sorprender e impresionar al neófito. Se tiene la costumbre de llamarlo Kiai cuando en realidad éste no es más que el intenso estado de tensión interna que precede y provoca precisamente el grito. El Kensei es la concentración interna manifestada ruidosamente. Se dice “hacer Kensei” o “lanzar Kiai”. El grito es una parte del Kime estudiado anteriormente, es la materialización de una tensión física y mental que ha llegado al paroxismo, es la afirmación de la voluntad inquebrantable de vencer; brota con naturalidad, sin esfuerzo, del fondo del abdomen y no de la garganta. Viene a ser un apoyo a la técnica efectuada y a menudo es lo que determina su absoluta eficacia, porque al proceder del fondo del Ser es realmente una fuerza que impresiona al adversario y le quita en una fracción de segundo toda posibilidad de reacción.

        Su éxito depende de la intensidad sonora y de la tonalidad (el grito debe ser agudo), pero sobre todo de la convicción que se pone en él y del estado de ánimo del adversario en aquel preciso instante. Si no está lo suficientemente concentrado, el Kensei puede avasallarlo. El Kensei también puede emplearse con éxito en el arte de la reanimación (ver el apéndice). Hay tantas maneras como momentos adecuados para lanzar el Kiai en un combate volveremos a hablar de él durante la 3ª parte.

        De todas maneras, si el Kensie no puede intervenir más que en ciertos momentos concretos, el karateka siempre debe estar poseído por el Kiai; más todavía que el Kime, esta imagen es difícil de precisar si no queremos ir demasiado lejos en el terreno extra-deportivo. Bastará con saber que los japoneses llaman Ki a una fuerza cósmica que no tiene principio ni fin, el “principio original” (los chinos lo llaman “Tao”) al que se le dan diferentes nombres según las religiones.

        Ki tiene igualmente un sentido más superficial, y más directamente en consonancia con nuestro propósito: es la energía vital del hombre.

        Podemos decir que el Ki es la fuerza y la valentía. La eficacia en el combate proviene del dominio, de la dosificación en el flujo de esta energía interna (Ki-no-nagare), siendo por ello una de las finalidades básicas de la practica llegar a “imbuirse de Ki”, es decir, sentirlo casi físicamente; por otra parte, sin esta sensación de fuerza, la práctica del Karate resulta muy pesado y fatigoso, y sin interés, porque no existe una adherencia del cuerpo y el alma a su práctica. El Karate ejercitado en estas condiciones, tanto durante la práctica de base como en un campeonato, no tiene ninguna eficacia; hemos perdido de antemano.

Roland Habersetzer.

Aiki - Publis del mes de Junio de 2013.

          Karate – Do, 2ª parte, por Roland Habersetzer.

          Karate – Do, 1ª parte, por Roland Habersetzer.

Has Clic Si se Quiere Comprar el Libro: Karate –Do de Roland Habersetzer  Has Clic Si se Quiere Comprar el Libro: Karate –Do de Roland Habersetzer.

Si te ha Gustado este Artículo, Danos un Me Gusta en facebook, Gracias        Puedes comentar el artículo en nuestro Blog

Fuente del texto, la red.

    Volver Atrás
© 2009 Surya.   Contacto: e-mail: secretariadeldojo@yahoo.es   Telf: + 34 639 187 140