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Desde nuestro boletín agradecemos una vez más al Sr. D. José Antonio Martínez-Oliva por escribir para nosotros.

        Y esta vez tenemos un agradecimiento doble, ya que por una parte nos muestra la raíz de la fortaleza del pueblo japonés, que para muchos pasa desapercibida.

        El otro aspecto de agradecer, es que lo hace en unos momentos que para él, -que es parte implicada directamente en el dolor por el que pasa su país de adopción-, no es un buen momento.

        El Sr. José Antonio Martínez-Oliva es abogado y traductor de japonés, -Nihongo nôryoku shiken ikkyû-. También es 3er Dan de Iaidô dentro de la escuela Musô jikiden eishin ryû (rama Seitôkai), de la cual imparte sus clases en el Yûsei iaidôjô de Murcia.

Link con el Blog del Dojo Yûsei de Murcia

Sr. D. José Antonio Martínez-Oliva.

Símbolos del Confucionismo, Shintoismo y del Budismo

Símbolos del Confucionismo, Shintoismo y del Budismo, (de izquierda a derecha).

UN PUEBLO, UN ESPÍRITU: JAPON

La serenidad de los japoneses frente al terrible terremoto y tsunami de Tôhoku

        La cultura define a un pueblo. La historia y la tradición va forjando su camino y hace de sus individuos lo que son, dejando en ellos un poso determinado.

        En Japón, el pensamiento predominante ha sido durante siglos el shintoismo y el budismo, basados el primero en una religión natural de armonía con el Universo y el segundo en la aceptación del sufrimiento como parte de la vida. Sin olvidar el confucionismo y la disciplina social que conlleva.

        En cuanto al cumplimiento de las normas sociales, ni el sacrificio ni la obligación legal sustentan la base del comportamiento de grupo del pueblo japonés. No hay sacrificio en su actuación social, pues sacrificio es un concepto cristiano ajeno a su tradición histórica. Tampoco hay obligación legal o amenaza de castigo que les impulse a actuar conforme a la norma, al menos de manera tan directa como se podría entender desde fuera.

         Lo que existe es pura y simplemente un desapego de sí mismo, una conciencia social, que les aparta de cualquier egoísmo personal. No necesitan que se les conmine a pagar impuestos ni tampoco consideran que tengan que sufrir para que los demás sean felices. Su actuación correcta se basa directamente en el honor. Algunos llaman a eso “la cultura de no molestar” (Haji no bunka), aunque esta expresión tiene cierto matiz negativo en Japón. El recto entendimiento de la vida colectiva, tranquilo, sosegado, lleno de armonía, en el que el honor impregna toda la conducta de la persona, tiene su origen en el Budo como base de la educación que han recibido los niños durante siglos, educación que se podría considerar casi marcial.

        Estas ideas nos han llegado de repente a través de los medios de comunicación con motivo de la terrible catástrofe de Tôhoku, con un terremoto y un tsunami que han dejado hasta la fecha de hoy veintisiete mil muertos y desaparecidos, y que han supuesto, en palabras del Primer Ministro Kan, el mayor desastre después de la Segunda Guerra Mundial.

        Muchas personas se sorprendían ante el orden y comportamiento ejemplar que ha demostrado el pueblo japonés. Para los japoneses sin embargo sería impensable comportarse de otra manera, ya que esa es la educación que han recibido durante siglos, y dicha educación tiene un fiel reflejo en el Bushido. Caminos como el Aikidô, Kendô o Kyûdô que se siguen practicando hoy en día tienen como razón de ser el mantener esa armonía interior y esa solidaridad con los demás tan importante para el ser humano.

        Durante siglos, la moral del guerrero, el Bushido, les ha ido forjando en la disciplina, y en la importancia de cultivar un espíritu sereno (Heijoshin) e imperturbable (Fudôshin). Todas las artes marciales japonesas se basan en estas dos vertientes del espíritu, la serenidad y la firmeza ante cualquier situación, en cualquier momento.

        La práctica del Budo moderno sigue manteniendo ese sentido de búsqueda de perfección espiritual. Desde fuera puede verse como algo violento, que sirve para defenderse en el mejor de los casos, pero es muchísimo más que eso. La fortaleza de espíritu y la fidelidad hacia el grupo no se consiguen desde perspectivas individualistas modernas en las que lo que prima es el “gano más”, “tengo más” o “soy mejor”. Conseguir cosas no es importante, sino transformarse por dentro.

        La visión japonesa de la vida se basa, bajo mi punto de vista, en el respeto hacia los demás. El respeto hacia la esfera personal de los que nos rodean se deja sentir en cada detalle de la vida diaria. Las formas sí son importantes, las formas lo son todo, y en Budo se aprenden esas formas que luego nos harán contribuir al bien común. Se empieza y se termina saludando, se cultiva un espíritu de servicio y de esa manera se consigue que jamás olvidemos cual es el camino a seguir. Primero los demás, luego yo. Evitar el conflicto. Crear armonía.

Información de Wikipedia sobre Budo

Budo.

        En cuanto a la disciplina y el papel de cada uno en la sociedad, es en los propios colegios, por influencia del confucionismo donde empieza a cultivarse un espíritu de trabajo en equipo, que desde luego también tiene su reflejo en cualquier Dôjô, así como en las empresas típicas japonesas o Kaisha, las cuales funcionan con cierta jerarquía casi militar (Kaichô, Shachô, Buchô, kachô y hirashain).

        Estas empresas forman parte de un entramado más complejo creando a su vez los keiretsu o grupos de empresas. En todo este proceso el individuo está siempre al servicio del objetivo común. Disciplina y organización están así presentes en cada aspecto de la sociedad a todos los niveles. Los turnos para limpiar el aula o los pasillos del colegio entre los propios alumnos o la limpieza del Dôjô al final de la práctica son pequeños ejemplos de cómo se entiende el hecho de pertenecer a un grupo. Si alguien se salta una norma serán los propios compañeros quienes se lo recordarán, porque el colegio es de todos, la empresa es de todos, la nación es de todos.

        Hay una frase fundamental que define toda esta filosofía de comportamiento: Itai Dôshin (cuerpos diferentes, un mismo espíritu). Significa que aunque cada uno tenga su propio ser personal la intención espiritual, su camino, es el mismo. Dicha frase fue pronunciada por el famoso monje budista Nichiren Daishônin (1222-1282) y refleja muy bien cual es el patrón de comportamiento de un pueblo unido en espíritu en una misma dirección.

Link con THE BUDDHA WRITINGS OF NICHIREN DAISHÔNIN

Nichiren Daishônin (1222-1282)

        En definitiva, una cultura basada en el respeto a los demás, una moral social disciplinada donde desde pequeños se aprende a servir a la colectividad, un pensamiento de desapego del propio yo, una idea de unidad de espíritu en el comportamiento de grupo y la serenidad e inmutabilidad como modelos que se aspira conseguir, son factores que confluyen para hacer que los japoneses se comporten con la mayor calma posible y cooperación ante las adversidades. Cada cual cumple su función y es fiel al colectivo.

Información de Wikipedia sobre Hanami, la Fiesta de la Flor del Cerezo

Hanami, la fiesta de la flor del cerezo.

        Solo puedo esperar que los japoneses demuestren otra vez más que son un pueblo que ama sobre todo la paz, trabajador y unido, que pese al gran sufrimiento que está soportando, sabrá levantarse otra vez y salir si cabe más fortalecido que nunca (nana korobi ya oki).

        Gambare Nippon! Nuestro espíritu está con vosotros.

José Antonio Martínez-Oliva, Abril de 2011.

        Si desea ver otro artículo del Sr. D. José Antonio Martínez-Oliva, es: El Samurái moderno.

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Link con la Web de New América Media

        Esta parte del artículo fue añadida a posteriori por nuestra redacción Aiki – Publis, nos fue facilitada por el Sr. D. Rafael Sánchez. Hemos creído conveniente incluirla en este artículo, ya que la consideramos de interés humano y de ejemplo de comportamiento comunitario.

        El artículo original lo tienen ustedes si siguen esta ruta: http://newamericamedia.org/2011/03/letter-from-fukushima-a-vietnamese-japanese-police-officers-account.php.

        Esta carta, escrita por el inmigrante vietnamita Thanh Minh que trabajó en Fukushima como policía, a un amigo en Vietnam, fue publicado en New América Media, el 19 de marzo. Es un testimonio de la fuerza del espíritu japonés, y un corte interesante de la vida cerca del epicentro de la crisis en la central nuclear de Fukushima en Japón. Fue traducido por el MNOAL editor Andrew Lam, autor de "Come Oriente Occidente: Escribiendo en dos hemisferios" condensado en Shanghai Daily.

        Hermano.

        ¿Cómo estás tú y tu familia?

        Estos últimos días, todo era un caos. Cuando cierro mis ojos, veo los cadáveres. Cuando abro los ojos, también veo los cadáveres.

        Cada uno de nosotros debe trabajar 20 horas al día, sin embargo, me gustaría que hubiera días de 48 horas, para que podamos seguir ayudando y rescatando gente.

        Estamos sin agua y electricidad, las raciones de alimentos se encuentran cerca de cero. Apenas se consigue trasladar a los refugiados antes de que haya nuevas órdenes para trasladarles a otro lugar.

        Actualmente estoy en Fukushima, a unos 25 kilómetros de la planta de energía nuclear. Tengo tanto para decirte que si pudiera escribirlo todo, seguramente se convertiría en una novela acerca de las relaciones y comportamientos humanos en tiempos de crisis.

        Aquí la gente mantiene la calma -su sentido de la dignidad y el comportamiento adecuado son muy buenas- así que las cosas no son tan malas como podrían serlo. Pero en una semana más, no puedo garantizar que las cosas lleguen a un punto en que ya no se pueda proporcionar la debida protección y el orden.

        Son seres humanos después de todo, y cuando el hambre y la sed reemplacen la dignidad, van a hacer lo que tienen que hacer. El gobierno está tratando de proveer suministros por vía aérea, con alimentos y medicinas, pero es como dejar caer un poco de sal en el océano.

        Hermano, hubo un incidente realmente conmovedor. Se trata de un niño japonés que enseñó a un adulto como yo, una lección sobre cómo comportarse como un ser humano.

        Ayer por la noche, me enviaron a una escuela de gramática para ayudar a una organización de caridad a distribuir alimentos a los refugiados. Era una larga fila que serpenteaba un lado a otro y vi a un niño de alrededor de 9 años de edad. Llevaba una camiseta y un par de pantalones cortos. Estaba haciendo mucho frío y el niño estaba en el final de la cola. Me preocupaba que en el momento que le llegue el turno, no hubiera ningún alimento. Así que hablé con él.

         Dijo que estaba en la escuela cuando ocurrió el terremoto. Su padre trabajaba cerca y se dirigía a la escuela. El estaba en el balcón del tercer piso cuando vio el coche de su padre barrido por el tsunami.

        Le pregunté acerca de su madre. Dijo que su casa está junto a la playa, que su madre y su hermana pequeña, probablemente no se salvaran. Volvió la cabeza, se secó las lágrimas cuando le pregunté acerca de sus familiares. Estaba temblando por lo que me quité la chaqueta de policía y se la puse a él. Ahí fue cuando mi bolsa de ración de alimentos se cayó. La recogí y se la di a él. "Cuando llegue tu turno, podrías quedarte sin alimentos. Así que aquí está mi parte. Yo ya comí. ¿Por qué no te lo comes?" El muchacho tomó mi comida, se inclinó. Pensé que se lo comería de inmediato, pero no lo hizo. Tomó la bolsa, se acercó al principio de la cola y la puso con toda la comida que estaba esperando para ser distribuida.

        Me sorprendió. Le pregunté por qué no se lo comía, en vez de añadirla a la pila de los alimentos. Él respondió: "Porque veo a gente con mucho más hambre que yo, si lo pongo allí, se van a distribuir los alimentos por igual."

        Cuando escuché eso me di vuelta para que la gente no me viera llorar. Una sociedad que puede educar a un niño de 9 años de edad, que entiende el concepto de sacrificio por el bien común es una gran sociedad, un gran pueblo.

        Bueno, en estas pocas líneas envío a tu familia mis mejores deseos. La hora de mi turno ha llegado nuevamente.

Ha Thanh Minh.

        10 COSAS QUE DEBEMOS APRENDER DE JAPÓN

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