Este es un artículo de nuestro Sensei Ishana Pérez, esta vez nos orienta sobre los obstáculos que nos podemos encontrar en nuestra práctica.
Son muchos los escritos sobre el aspecto técnico, sobre la filosofía del Aikido, etc., pero no abunda mucha información sobre las posibles dificultades que hay en el camino a recorrer.
Por esa razón, creemos que este escrito puede ser altamente recomendable para cualquier practicante de Aikido y de Budo en general. Esta es la primera entrega en nuestro boletín sobre “La crisis en la práctica”.
La crisis es una mutación -a veces virulenta, a veces suave- en el proceso de educación en el Arte del Aikido; puede tener un sin fin de síntomas, más que nada porque cada estudiante es distinto y a esto hay que añadir también que pueden estar en estadios de evolución diferentes.
Por eso lo de tóxico para unos y fácil para otros, con ello quiero decir: si un estudiante veterano entra en una crisis donde se plantea el continuar o abandonar la práctica, no es lo mismo que aquel que ha comenzado hace poco tiempo y se tropieza con el primer repecho. Hay una gran diferencia en todos los ámbitos, pero lo que si tienen en común, es el surgimiento de un escollo, el cual hay que superar.
¿Cuál/es es/son la/s causa/s que la produce?
Son muchas y muy variadas, pueden ir desde la salud propia del alumno, hasta el mundo de la política -que desgraciadamente lo hay en el Aikido, queramos o no-. Y aquí voy a aprovechar para decir que se entiende y se aplica mal el concepto de política, si no, veamos las acepciones diez, once y doce de la palabra según la Real Academia de la Lengua. Y como se puede apreciar dista mucho el significado con lo que se hace actualmente en el manejo del Aikido, tanto a pequeña como a gran escala.
A grosso modo, las causas que producen la enfermedad de la crisis las podemos englobar en:
Estos se refieren a los inconvenientes, circunstancias y actitudes que frenan o retardan nuestro progreso en el aprendizaje y el desarrollo de la evolución dentro del Arte.
Veamos unos ejemplos de los más representativos:
a) La enfermedad.
Palabra que viene del latín y que significa “falto de firmeza” es un proceso que se desarrolla en un ser vivo, caracterizado por una alteración de su estado normal de salud.
Si el vehículo esta averiado no puede desarrollar bien su función, y lo que es peor, obstaculiza a todo lo demás, llegando en los casos más graves a dejar la práctica del Aikido.
La salud es definida por la Constitución de 1946 por la Organización Mundial de la Salud como el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. También puede definirse como el nivel de eficacia funcional y/o metabólica de un organismo tanto a nivel micro (celular) como en el macro (social).
El Dojo en una sociedad en pequeño, por esa razón las normas de higiene tanto a nivel personal como general son de vital importancia. Independientemente de la etiqueta y del proceso espiritual éstas están pensadas para que reine una atmosfera pulcra y sana, pensemos que muchas veces andamos por los suelos, -en especial en las técnicas de control o sometimiento-, por ejemplo.
Si la práctica se hace con armonía se consigue completamente la definición de: “estado de completo bienestar físico, mental y social”, ya que por un lado el hecho de ejercitarse teniendo en cuenta los principios naturales de flexibilidad y adaptabilidad, da un estado de bienestar; y la parte social se consigue con la educación que se recibe en los valores que inculca el Arte del Aikido.
Si la enfermedad hace su aparición, no hay ejercicio ni evolución. Ésta aparece por negligencia propia, -cuando no nos cuidamos-; o cuando nos la causa algún desconsiderado que todavía no ha entendido la filosofía del Aikido, dicho de otra manera, -cuando nos rompen-.
Es un escollo que a veces es visible y otra invisible, pero que siempre está ahí, al acecho del menor descuido.
Esta piedra en el camino pertenece más a la parte mental-anímica del estudiante y no es fácil sortearla, ya que depende del mismo individuo, por lo tanto, estamos hablando de motivación y coraje.
Muchas veces la falta de voluntad hace su aparición por carecer o no tener claro el objetivo a conquistar, eso en los grados bajos; en los más veteranos por un hastío en la práctica, por esa razón, le siguen sus amigas inseparables: la desatención y la apatía mental.
La concentración en la tarea que se ha emprendido es fundamental, de esta manera no le damos opción a la mente para que busque excusas, justifique y socave nuestra voluntad, es decir, solo hay una dirección, y esa es ¡adelante!
Una pieza clave para fortalecerla es ordenar nuestra vida, parece una tontería, pero cuanto más ordenada esta, más inmune seremos a que aparezca y viceversa.
Si carecemos de voluntad y concentración inevitablemente no vamos a atender nuestros asuntos, y es cuando aparece la inercia (aunque ésta es más intima de la apatía mental) y la deriva. Nos dejamos flotar en un océano de confusión y de falta de ánimo. Estamos encaminados al precipicio si no agarramos fuerte nuestro timón y levantamos nuestra vela de ilusión por algo que llame nuestra atención.
Si se persiste en esta actitud, el siguiente paso que lo agrava es la mala educación; cuantos no hemos observado un cambio radical en un alumno que lleva un tiempo en esta actitud y de buenas a primeras comienzan sus malos modos. Esta es otra buena razón del mantenimiento de la etiqueta, para saber cuál es nuestro lugar y posición sin perder los buenos modales, que es la definición de “Rei”.
El motor que mueve a la apatía mental es la inercia, es un dejarse llevar a ninguna parte, y en ese camino vamos dejando toda nuestra energía, ilusión y vigor. Al final nuestra apariencia es como la de una marioneta colgada desprovista de la mano del titiritero que le da la vida.
Este abandono se produce porque se ha perdido la visión-ilusión de la meta, el objetivo o el reto elegido. También puede pasar que nos propusiéramos un logro que supera todas nuestras capacidades actuales, y claro, por mucho que se luche por conseguirlo, es como un espejismo que huye, ¡inalcanzable!
Esta segunda parte es más fácil reorientarla, más que nada porque se hizo con una carencia de conocimiento, lo peor es lo primero, ya que hay que buscar qué motiva que se haya perdido el anhelo por la superación. Si se logra descubrirlo, es como si despertáramos de un mal sueño, enseguida vuelve el empuje y la vitalidad para seguir trabajando.
Es uno de los peores enemigos del estudiante, más que nada porque no confía en sí mismo, ni en su Sensei, ni en el método y tampoco en el Arte en que se ejercita.
La duda la podemos enfocar de dos maneras:
La primera, es cuando nuestro ánimo no nos acompaña para recorrer el camino.
La segunda, es cuándo hay incertidumbre sobre algún tema concreto que hay que dar respuesta.
Esta segunda es muy buena, más que nada porque permite la evolución; la peligrosa es la primera, porque nos va acercando a la ciénaga de donde es muy difícil salir. Y una vez allí, por mucho que nos muestren y nos demuestren nuestra fe ya no nos custodia.
Es un estado de embrutecimiento de la persona, y no necesariamente se tiene que tener apariencia de garrulo. Muchas veces no solo se tiene ese comportamiento hacia los demás, sino también a sí mismo, por ejemplo: es fácil distinguir a aquel que a la hora de aplicar una técnica intensamente, le da igual que la otra persona tenga o no la experiencia para soportarla, ¡él la aplica rómpase por donde rompa!
Con esa actitud, es cuando hace la misma aplicación a sí mismo, sabiendo de ante mano que se va a causar daño.
La indiferencia e insensibilidad es un callo en el corazón, y curiosamente van aparejadas con la violencia, es la energía que las alimenta y las mueve.
El cambio se produce cuando las personas experimentan un gran dolor, eso les hace recapacitar, por ejemplo, una enfermedad o accidente muy grave; pero hay que reconocer que para muchos el endurecimiento es tan grande, que son como el perro que muerde un hueso que no tiene nada que comer y le sangran sus propias encías, ¡él piensa que se está comiendo un manjar!
La falta de unidad en el Dojo.- Esto pasa cuando más que un Dojo es un manicomio, eso quiere decir que no hay una dirección correcta, -el Sensei no realiza bien su labor de director-; no hay una etiqueta que regule y situé a cada cual en su sitio; no hay un método a seguir para evolucionar.
No se plantean metas tanto en la enseñanza como en la administración, por lo tanto, es una nave que va a la deriva y tampoco se tiene la intensión de tomar el timón; no reina la alegría y la colaboración entre sus miembros, y todos se ven como enemigos a los cuales hay que ponerles zancadillas para que no progresen…
La falta de unidad entre el estudiante y el Sensei.- Cuando se asume por ambas partes adentrase en el proceso de formación, es vital la unidad de este binomio.
Si el Sensei no realiza bien su labor de educador y solo pretende su beneficio egoísta dejando desamparado al alumno, no es raro que éste presente síntomas de falta de voluntad, de desatención, de apatía mental, o que dude sobre lo que está haciendo. Es algo natural, y en este caso no se puede culpar al novicio, sino a su instructor.
Si el estudiante no es capaz de aunarse para llevar a cabo la empresa en la que se ha embarcado con su Sensei, es un proyecto abocado al fracaso ya desde el comienzo. Para que eso no ocurra y dicho de forma resumida el plan es el siguiente: regular de la vida; determinación para la acción y voluntad con el objetivo de alcanzar el logro planteado.
La falta de unidad corporal.- Esto es un aspecto que tiene más que ver con la estructura corporal y la técnica.
Puede pasar que se hayan realizado unos buenos años de trabajo duro, dejándose seducir por las flores de la técnica, esto es, solo prestar atención a la ejecución de la forma sin darle vida en su interior. Ignorando por completo la alienación y unidad corporal desde la cinética a la Waza. En estas condiciones el estudiante llega a un punto dentro del aprendizaje, donde ve que su progreso se frena por mucho que lo intente y no consigue avanzar; imaginemos a un alumno de química que en su formación solo se aprendió la mitad de los elementos de de la tabla periódica, -los otros los desconoce-, es obvio que cuando vaya a realizar su trabajo no pueda ejecutarlo.
Para la buena marcha del conjunto, los tres factores antes mencionados tienen que rendir una armonía para que brote y crezca la semilla de la enseñanza.
Si no existe el autocontrol el estudiante no se forma bien, y lo que es peor, entran en escena personajes de la talla de la desesperación, el estrés, la enfermedad, la insensibilidad e indiferencia y el dolor.
La educación de cualquier budoka se basa fundamentalmente en este principio, encaminado a sublimar y moldear el carácter del individuo.
Si no es así pasa como en el pasado, las personas se convierten en arrogantes, agresivas y destructivas, y a las crónicas me remito:
“Hacían uso ilegal del poder y de la autoridad, formaban federaciones, practicaban técnicas militares diariamente, reunían y entrenaban a hombres y caballos con el pretexto de ir a cazar, amenazaban a los gobernadores de los distritos, saqueaban al pueblo, violaban a las jovencitas y a las novias, robaban ganado y lo utilizaban en beneficio propio, interrumpiendo así el trabajo del campo". (Leonard Norton, Early Japan, pág. 55).
Cuando el aspirante se consagra a desarrollar tanto los aspectos externos, -dominio de las técnicas a manos vacías y de armas-, como los internos, -desarrollo de capacidades-, se hace imprescindible el autocontrol, más que nada porque se sumerge en su propia mente, la cual pude ser una bendición o una maldición, todo va a depender de la dirección y orientación que se tenga.
Promocionar la falta de control en cualquier Arte es ir contra la tradición del “Do” y los principios éticos que este promulga, por lo tanto, nos estamos desviando de la Vía.
Sun Tzu dice: “Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después.
Esta es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados”.
Hay muchos ejemplos posibles para poner en la falta de previsión, pero uno clave es la formación en los grados, da igual que sean Kyus o Dan. Si por amabas partes -el Sensei y el estudiante-, no son capaces de evaluar la motivación que les empuja a emprender esa empresa; el tiempo; las circunstancias en las que están envueltos cada cual; la dirección, -me refiero al que dirige el proceso-; y por último, la disciplina, entendiendo por tal, la planificación y la metodología que se va a emplear en lo que se va a hacer. Sin tener claro esto cinco factores y que estén bien organizados, difícilmente se va a tener éxito.
Otro caso a resaltar y que pasa desapercibido, es en el calentamiento antes de las clases, seminarios e intensivos. Saltárselo -como hace mucha gente-, es dar pie a que aparezca el dolor, la enfermedad, la falta de estabilidad corporal y el estancamiento técnico.
Esta es una parte que hay que dedicarle mucho tiempo por parte de los Senseis, ya que aunque no se vea tiene una incidencia directa sobre la Waza, por Ej.: la base de la construcción técnica es el Kamae, el Kamae tiene su raíz en las piernas y si éstas no están bien tonificadas, ¿cómo van a soportar la edificación de la Waza? Por lo tanto, es importante que el Sensei responsable programe y establezca en el calentamiento ejercicios específicos encaminados a potenciar este trabajo sobre el tren inferior.
La previsión es aplicable en muchos campos, es cuestión de sentarse un momento, ver que se quiere hacer, para acto seguido, buscar las maneras más eficaces y rentables de ejecutarlo, ¡así de fácil!
Si no hay una previsión en lo que se va a ejecutar, indudablemente estaremos desorientados, no sabemos cómo vamos, ni a dónde. Eso quiere decir que se carece de objetivo. Esto en cuanto a la dirección.
También puede pasar que nos impartan un conocimiento erróneo, y por esa causa -ajena completamente a uno- nos confunden. Por eso es tan importante elegir muy bien el Sensei y el Dojo donde se estudia.
Estas dos causas que se acaban de nombrar se pueden considerar cuando uno es principiante. La desorientación en los estudiantes veteranos viene dada por entrar en la espiral de la apatía que se explico más arriba.
Para no adentrarse en este laberinto o si ya estamos en él y se quiere salir, tenemos que tener en cuenta los dos extremos de la aguja magnética de nuestra brújula: por un lado el Arte y por el otro la tradición. Siempre habrá ejemplo de personas que nos inspiren para andar el camino; yo añadiría un tercer elemento, y es nuestra inquietud-curiosidad para avanzar a pesar de los obstáculos.
- 1ª -. Cuando por razones mercantilistas nos educan mal. Esto pasa cuando el Arte se convierte en un negocio puro y duro.
- 2ª.- Cuando a pesar de que nos educan bien, nosotros no hemos comprendido adecuadamente y funcionamos de una manera casi o fanáticamente.
Nuestro saber equivocado puede ir desde la técnica, -y aquí me quiero referir a no ser fiel a los principios, no a la ejecución-; y las actitudes, es decir, prescindir de los valores y de la etiqueta que impregna la disciplina.
Y la pregunta clave es, ¿quién tiene la culpa de que esto pase?
Pues muy fácil, el Sensei responsable del Dojo en cuestión. Él es el culpable de que haya desviaciones en la educación; de tener una cohorte de pelotillas que imitan sus gestos particulares y no los del Kihon; de premiar a quien no se lo merece; de hacer con el Arte política en vez de Vía, y un larguísimo etc. ¡para no cansar! Ya que es notorio por todos nosotros.
El autoengaño surge de la imaginación, quiero decir, muchas personas creen estar en un nivel de desarrollo determinado, pero surge una circunstancia donde comprueban su fantasía. Un ejemplo simple: vamos a pensar que un estudiante se cree que tiene un nivel de Shodan, y él está convencido de ello, tanto en su Dojo como en los que frecuenta de su entorno.
Pero un buen día, decide realizar un viaje para ir a un seminario de un Sensei que le han hablado que posee un trabajo interesante, y de camino, visitar algunos de los Dojos de los alumnos de dicho Sensei.
Ya en el seminario va notando algo distinto, pero como hay gente variada y de distintas procedencias, mal que bien escapa.
En el primer Dojo que visita al entrar no ve Yudanshas, solo grados de Kyus, y le asalta la idea de que todo está chupado, pero comienza la clase y su sorpresa en monumental, ya que se establece un nivel de trabajo que el evalúa -dado su entorno- de tercer Dan, y todos sus esquemas se le viene abajo. Marcha para su casa con la moral por los suelos y replanteándose muchas cosas.
Es importante saber dónde se está y a dónde se quiere llegar, y si se está en un entorno donde se es exigente con el aprendizaje y las aspiraciones -las metas-, y si éstas son estrictas para la evolución.
Muchas personas no evolucionan por esta razón, un ejemplo simple: el Sensei está explicando en el centro, lo hace durante un rato haciendo hincapié en los aspectos que él quiere resaltar que se trabajen, termina la demostración y el 80% de la clase hace lo que ellos estiman conveniente, no lo que se mostró.
Realizan lo que vieron el mes pasado en el seminario que asistieron -y no era el mismo Sensei-.
Lo más que les gusta de ese principio que se expuso pero que no se ajusta a lo explicado; algo perecido con su variante propia; y ya el remate ¡que existe!, si se explico Nikkyo ellos hacen Ikkyo.
Otro aspecto es cuando se tienen que concentrar en una meta a largo plazo, por ejemplo: el estudio de un grado, muchos caen del proceso por no ser capaces de sostener en el tiempo una atención sobre el trabajo que se está realizando, y bien, abandonan antes de su conclusión o llegan a la recta final a trompicones y sin fuerzas para rematarlo.
Para que no exista esta falla en nuestro hacer, es necesario que haya voluntad, constancia, disciplina, esfuerzo, fe…
Independientemente que puede ser una pregunta de difícil respuesta en su profundidad, en la superficie uno debe contestarse esta interrogante, ya que es el arranque para comenzar la andadura, y que a buen seguro, -que nos ha pasado a todos-, con el discurrir del tiempo va cambiando la respuesta.
Digo esto porque es vital la contestación de esta cuestión para que exista la eficacia; imaginemos que a mí en un comienzo me interesó el Aikido como calidad de vida, pues me voy a concentrar en el aspecto de la flexibilidad, ya que eso mantiene mi cuerpo sano y de camino tengo mi primer logro, ¡que es por lo que vine! ¿No? Luego, en ese transcurrir quizás descubro otro aspecto, y me encamino hacia él. A eso se le llama evolucionar.
Lo que pretendo comunicar es que el Arte tiene que sernos eficaz, tiene que darnos unos resultados que nos hagan vivir más plenamente, que nos de riqueza personal en todos los campos, de esta manera esta dificultad no aparecerá en nuestro camino.
Existe el dolor corporal y el dolor de sentimiento.
El corporal es cuando nos rompen o nos rompemos. Muchas veces el otro no siempre tiene la culpa de nuestro daño, la responsabilidad recae en sí mimo, y en el noventa por ciento de los casos es falta de flexibilidad y adaptabilidad, un ejemplo: tori (el que conduce la acción) nos induce a que fluyamos en una determinada dirección, pero por nuestras resistencias, -físicas y mentales- nosotros nos empecinamos en ir en la opuesta, resultado, nos autoinfligimos dolor y lesión.
El padecimiento por el sentimiento es un mal bastante extendido en nuestro entorno marcial. Las bases filosóficas del Aikido hablan de “armonía”, “adaptabilidad”, “amor”, “unión”, etc., pues conozco pocos colectivos que sean tan desarmoniosos como el nuestro, y en que me baso para decir esto:
En cualquier lugar del mundo hay pocos Dojos -que no sean de la misma línea de trabajo- que cooperen para el beneficio común y del Aikido en general; el excesivo mercantilismo que se hace del Arte lleva a una competencia brutal; cuando alguien hace un buen trabajo se le intenta desterrar y se le margina, dicho de otra manera, ¡no se le valora!; hay demasiada política y favoritismo, prescindiendo casi en su totalidad de una ecuanimidad a la hora de valorar el trabajo de un gran número de personas, que lucha por presentar el Aikido con la dignidad que se merece; hay muy pocas voces críticas, y las pocas que intentan sacar la cabeza se les condena al ostracismo, y lo dejamos aquí para no cansar.
Estas actitudes son causa de dolor, por un lado para aquellos que hacen las cosas bien y ven que sus esfuerzos, economías y conocimientos están cayendo en un saco sin fondo. Por otro, para esos otros haraganes perezosos -que a pesar de las dificultades- ven que a muchos de los que se les ponen piedras en el camino consiguen sus logros. “El malhechor todo lo ve bien hasta que su mala acción da fruto, pero cuando madura la fruta, entonces ve sus desafortunados efectos”, (Dhammapada, cap. IX, El Mal, v. 119).
Por otro lado están aquellos que son críticos en la intimidad, -yo conozco muchos-, pero son incapaces de expresarlo públicamente por temor a que no pasen a sus alumnos de grado o él mismo, ya que está en la esfera de los grados por meritos; o no consiga tal o cual favor de determinado Sensei del cual depende, ¡y claro! Para que mover el avispero, “Mi conciencia es el tribunal ante el que hago comparecer a mi conducta. Y cuando la interrogo, esta conciencia permanece tranquila”, (Napoleón Bonaparte).
Ya he comentado más arriba cómo se puede evitar el dolor corporal; el del sentimiento sumergiéndonos en los principios y valores del Arte para transformarnos en mejores personas. Cuando le preguntaron a Tamura Sensei qué deseaba para sus alumnos, el contesto: “El Aikido es una Vía que permite descubrirse a sí mismo y construirse como ser humano con el fin de vivir una vida plena y feliz”, indudablemente eso pasa por la integración y el ejercicio de la filosofía del Aikido en el día a día.
La desesperación comienza por tener una respiración inestable, eso hace que nuestra mente se vea agitada y como consecuencia nuestro cuerpo presenta síntomas de inquietud y nerviosismo.
Pero, ¿qué puede motivar dentro de la educación esa impaciencia?
De entrada y en un sentido general una mala educación, esto es, no ser educados en el autocontrol, eso significa que andan galopando por el interior, malos pensamientos, sentimientos y resentimientos. Cosas que se han podrido de nuestras emociones reprimidas y que no fuimos capaces de expresar en su momento y esa fermentación nos produce una gran agitación.
Por otro lado está la no regulación de nuestra vida, -ya sé que soy reiterativo con este aspecto, pero en mi opinión es esencial-. Si este apartado no está puesto en orden eso causa un gran problema, por ejemplo: siempre se llega tarde a las clases o se llega atropelladamente, dicho de otra manera, ni siquiera se tiene sosiego para llegar al Dojo; cuesta mucho hacer espacio para la práctica: clases, seminarios, intensivos, etc.; descompensamos el tiempo que le dedicamos a la familia, y esto trae consigo grandes conflictos; es casi imposible acometer el proceso de un grado, ya que no podemos acotar el tiempo para su preparación; se hace muy dificultoso realizar viajes de estudio, para ver otros trabajos que van a enriquecernos y motivarnos para nuestra evolución, y podíamos seguir con un largo etc.
El tiempo pasa muy rápido y con todo esto encima entramos en un estado de gran inquietud, porque vemos que nuestro trabajo no fructifica, más que nada porque somos autómatas en el proceso del aprendizaje, es decir, aprendemos y olvidamos rápidamente, no desarrollamos energía consciente, sino que funcionamos en la inconsciencia de nuestras acciones. No tomamos la práctica como un proceso de liberación y de conocimiento sobre nosotros, sino como una válvula de escape a nuestro estrés. Esto no es malo del todo, pero no vamos a llegar muy lejos, ya que estamos teniendo un comportamiento animal, -hay una necesidad ¡que no se sabe por qué! Se sacia, y se vuelve a tener otra vez ese impulso, así, día tras día, año tras año, hasta que llegue la muerte-.
Esta puede aparecer por causas físicas o mentales.
Las causas físicas es una falta de tono muscular adecuado, eso quiere decir que no ha habido una buena educación física y como consecuencia a nuestro cuerpo le cuesta mantener el equilibrio y el aplomo estructural.
En lo que hace referencia a su sentido educativo o formativo, la educación física es una disciplina científico-pedagógica, que se centra en el movimiento corporal para alcanzar un desarrollo integral de las capacidades físicas, afectivas y cognoscitivas del sujeto.
“La educación física puede contemplarse como un concepto amplio que trata del desarrollo y la formación de una dimensión básica del ser humano, el cuerpo y su motricidad. Dimensión que no se puede desligar de los otros aspectos de su desarrollo, evolución-involución. Por lo tanto, no se debe considerar que la educación física está vinculada exclusivamente a unas edades determinadas ni tampoco a la enseñanza formal de una materia en el sistema educativo, sino que representa la acción formativa sobre unos aspectos concretos a través de la vida del individuo, es decir, constituye un elemento importante del concepto de educación física continua de la persona”. (Sánchez Buñuelos, 1966).
Bajo cualquier Arte que se practique teniendo al movimiento como eje principal de la acción, es imperativo que exista previamente un acondicionamiento de nuestro cuerpo, para que éste pueda expresarse y profundizar en dicha disciplina.