En este libro, el Sensei Pérez nos invita a reflexionar sobre un tema fundamental, a menudo ignorado o malinterpretado: la autoexigencia en el Aikido. No se trata de una autoexigencia rígida, obsesiva, basada en la competencia o en la comparación con los demás. No se trata de buscar la perfección inalcanzable, sino de cultivar la mejora continua (Kaizen), de avanzar con paso firme y consciente por el camino del autoconocimiento. Se trata de una disciplina flexible, compasiva, animada por una energía consciente y bien dirigida, una autoexigencia "Aiki", como él la denomina con acierto.
El Sensei Pérez, con la paciencia de un artesano que pule una piedra preciosa, nos guía por los obstáculos que pueden impedir nuestro progreso en el Aikido. Obstáculos que, en muchas ocasiones, nacen de nosotros mismos: la falta de compromiso, la resistencia al esfuerzo, el miedo al fracaso, la impaciencia, la incapacidad para discernir lo que hacemos bien de lo que hacemos mal. Con ejemplos, anécdotas y reflexiones extraídas de su larga experiencia como instructor, el autor disecciona cada uno de estos obstáculos, desentrañando sus causas y ofreciendo herramientas para superarlos.
El Sensei Pérez no se limita a señalar los problemas, también nos ofrece soluciones. Destaca la importancia de la planificación, la organización, el establecimiento de metas y objetivos realistas. Nos anima a ser responsables, disciplinados, a no temer la soledad, a buscar la ayuda de nuestros compañeros y de nuestro Sensei cuando la necesitemos. Nos recuerda que la práctica del Aikido no se limita al tatami, sino que se extiende a todos los ámbitos de nuestra vida.
En su análisis del fracaso educativo en el Aikido, el Sensei Pérez no rehúye la crítica. Apunta con valentía a las dinámicas que, en su opinión, han contribuido a la degeneración de nuestra disciplina: la politización, las sucesiones familiares basadas en el nepotismo, el contrabando de favores, la falta de rigor en la formación de los instructores. Sus palabras, a veces incisivas, a veces provocadoras, nacen de un profundo amor por el Aikido y de un deseo sincero de contribuir a su revitalización.
Como amante de la jardinería, veo un paralelismo entre el cultivo de un jardín y el proceso de aprendizaje en el Aikido. Ambos requieren paciencia, dedicación, atención a los detalles. Hay que preparar la tierra, sembrar las semillas, regar con constancia, podar con cuidado. Y así como un jardín necesita tiempo para florecer, también el Aikido necesita tiempo para echar raíces en nuestro cuerpo y en nuestra mente.
Este libro es una invitación a cultivar nuestro propio "jardín interior" a través de la práctica del Aikido. Un jardín donde la autoexigencia Aiki sea el abono que nutre el crecimiento, donde la flexibilidad y la adaptabilidad sean las herramientas que nos permiten sortear los obstáculos, donde la armonía y la serenidad sean las flores que embellecen nuestro camino.
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