EDITORIALES 2012 |
Todo el mundo quiere tener un buen Dojo y un buen Sensei, pero nadie quiere comprometerse con la empresa para llevar a cabo el primer aspecto, -crear, mantener y sostener un Dojo-. Como decía Benjamin Franklin: "Por un clavo se perdió una herradura, por ésta un caballo, y por éste el jinete, que fue capturado y muerto por el enemigo".
La palabra compromiso según nuestro diccionario de la RAE quiere decir “obligación contraída” y ésta es libre de asumirse o no, pero si se da el salto para afrontar el reto, hay que ser consecuente; “Quien se supera es mayor que él mismo, se vence en una competición íntima, se trasciende, es decir, va más allá de sus límites”, (José Antonio Marina, 109).
Un Dojo es un lugar para despertar y hay que despertar a muchas cosas; como dice un gran amigo mío dentro del mundo del Aikido: “A la gente solo le gusta las espadas y las armaduras de los samuráis, pero no les interesan sus principios”. Y eso principios relacionados con el compromiso son: Makoto, sinceridad, honestidad, es decir, la coherencia entre la palabra y el acto. Chuu, la lealtad, porque la palabra dada es como las huellas que dejamos en la vida, se pueden seguir allí donde uno va. Indudablemente esto precisa de mucho más coraje que el coger una Katana o disfrazarse con una armadura.
No siempre para llevar a cabo el compromiso se hace con un entorno favorable, muchas veces el ambiente es hostil, pero ese es el reto, tener la fortaleza suficiente para cumplir con esa responsabilidad libremente adquirida. Les voy a dejar con un fragmento del texto Isagoge in theologiam de Pedro Abelardo (1079 –1142) sobre la fortaleza para reflexionar:
“Puesto que la fortaleza es una potencia del alma que reprime los asaltos de la adversidad, todas las virtudes que nos hacen constantes en la adversidad son parte de la fortaleza. Estas partes son la magnanimidad, la confianza, la seguridad, la magnificencia, la constancia, la firmeza. La magnanimidad es emprender voluntariamente cosas difíciles. La confianza es una esperanza firme de llevar a buen fin la obra emprendida. La seguridad es la virtud que nos impide temer las molestias inherentes a la obra emprendida. La magnificencia es una fuerza del alma que da su cumplimiento a las obras difíciles y sobresalientes. La constancia es una estabilidad del alma firme y perseverante en su propósito. La firmeza es una flexibilidad del alma que aminora la exaltación de la prosperidad y soporta con un alma igual los más duros percances. Tiene como partes la humildad y la paciencia”.
Ishana Pérez, Diciembre de 2012.
Subir
|
“Fán Chí preguntó acerca de la virtud cívica perfecta.
Confucio respondió:
Consiste en ser cortés aun estando en privado, respetuoso en la administración de los negocios y leal en la relación con los demás hombres. No es lícito abandonar estas características, ni aunque se viva entre los barbaros”. (Las Analectas de Confucio, libro XIII Zî Lû).
Los estudiantes no valoran suficientemente este aspecto a mi modo de ver, lo digo porque constantemente hay que estarles recordando cosas básicas del noviciado, por ej.: “-a los estudiantes masculinos-, a clase hay que venir afeitado”; “el pelo para la práctica tiene que estar recogido”; “antes de acceder al Tatami hay que lavarse: pies, manos, axila y cara”; “al entrar y salir de él, siempre hay que saludar; “la ropa de práctica y el obi -cinto- debe estar bien puesta y correctamente atado”, y un largo etc. Siempre comento lo mismo a los alumnos más veteranos, “si tengo que estarte recordando todo esto, te estás perdiendo que te instruya es aspectos más profundos del Arte”. Porque es sabido por todos, que estos detalles son de cuando uno comienza en el Dojo, eso son los tres primeros meses.
La etiqueta tiene tres dimensiones básicas: la primera son las normas de higiene que van desde la propia a la del entorno; la segunda son las pautas de comportamiento para todos los miembros del Dojo, que tiene como finalidad mantener el “ego” encausado; y la tercera, -de vital importancia-, la seguridad en la práctica y el cultivo del corazón, -aspecto importante para adentrarse en la compresión de la Vía-.
Todo este ceremonial en un principio, -cuando se es recién llegado- puede ser una imposición externa, aunque hay que decir que hay comportamientos que son comunes a todas las culturas, por ejemplo, el respeto. Después de aclarar todos los conceptos y haber entendido el por qué, más que una norma, deviene del interior un sentimiento, que se manifiesta exteriormente en un comportamiento.
Esto es la transmutación de la regla en Do. Y es cuando se comienza con la comprensión correcta del Arte en el que te ejercitas.
Ishana Pérez, Noviembre de 2012.
Subir
|
Indudablemente uno de los obstáculos dentro del contexto de la práctica del Aikido son los Ukemis (los rodamientos), es un elemento que se tiene que ir integrando y avanzando de forma progresiva.
El que no exista el progreso, -si ya se han establecido los conceptos técnicos básicos-, es por los miedos y las inseguridades personales. La técnica bien desarrollada en cada nivel en el cual está cada uno, es nuestro seguro de accidentes y nuestra plataforma de lanzamiento para el siguiente reto a conquistar.
Dentro de ese nivel que se ha conseguido -sea cual sea éste-, tiene que primar la autoconfianza y la seguridad de que ¡lo puedo hacer! El huir, no entregarse en el ataque, el llevar el centro de gravedad atrás, el no tener adherencia, las resistencias para ser conducido o no mover los pies y un largo etc., nos demuestra nuestra flaquezas, pero no con el Arte, si no con nosotros mismos.
Llegados a este punto es primordial pararse y hacer un autoanálisis para detectar cuáles son las resistencias que causan todos esos problemas que se manifiestan externamente en la actitud de recibir el Ukemi. Dicho de otra manera, dónde están las fortalezas y cuáles son las debilidades para superarlas; si no se hace esa introspección personal, pasaran muchos años, pero esos problemas seguirán ahí, y lo peor, ¡no vas a poder evolucionar y disfrutar con el Aikido!
Todo es creer para poder, porque eso es la autoconfianza. La capacidad de abrir nuevos horizontes donde hay universos que explorar, ¡te los vas a perder! Por el hecho de no tener valor.
Ishana Pérez, Octubre de 2012.
Subir
|
Normalmente esta dualidad está presente en los practicantes que son Senseis o formadores, aclarare este punto.
Es algo natural que por un lado se siga el trabajo de algún maestro relevante dentro del Aikido; por otro, que se tengan sus propias responsabilidades como instructor, y es aquí donde se puede plantear el problema.
¿Qué hacer?
Si se sigue a alguien con una larga trayectoria -que es lo más normal-, lo más probable es que este en un periodo de evolución de Ri o más allá, es decir, sin forma. Pero tus estudiantes y quizás tú mismo (si se es un instructor novel) lo prioritario es hacer Shu -la forma-, entonces, ¿qué es lo que hay que hacer?
Bajo mi óptica lo primero es ser un alumno ejemplar, eso significa tener y aplicar el discernimiento para distinguir qué es lo que hay que dar a los alumnos que dependen de ti y qué es lo que tienes que asimilar tú de ese referente al que sigues para tu nivel y evolución actual.
Digo esto porque si todavía no has adquirido la forma e intentas imitar la no forma de tu referente, lo que vas a mostrar a tus alumnos es un fantasma de tu imaginación, y como tal, terminaras con el tiempo exhausto, confuso y decepcionado.
Muchas veces el referente esta tan lejos (a veces no solo es la distancia técnica, sino la física porque vive en otro país) de las bases que ni ellos ni sus asistentes se preocupan de los principiantes, ¡craso error! Ya que no se aplica el principio de Shoshin, y también, lo más común es que se carezca de método para conducir a los alumnos.
Si no se atienden a las bases y a la base directa o indirectamente estamos socavando la evolución, puede que haya algunos genios, pero solo con algunos genios no vamos a llegar muy lejos y la inercia nos llevará a una vía muerta.
Es vital saber qué hay que hacer, cómo se realiza y dónde se está. Esto va a ser muy bueno para el referente, para el instructor y para el alumno. Imitar hay que imitar, pero hay que saber qué es lo que hay que imitar y que no, porque lo que puede ser medicina para algunos puede ser veneno para otros.
Ishana Pérez, Septiembre de 2012.
Subir
|
En esta zona del mundo (occidente) descuidamos una parte esencial de un Dojo. Normalmente nos concentramos en desarrollarlo solo en el aspecto marcial-cultural de su origen (adoptando formas y comportamientos distintos a los nuestros), en este caso del Aikido, Japón, pero se nos olvida la fusión-integración con el entorno en el que estamos habitando.
Si el vecino que vive al lado del Dojo -que no sabe nada del Aikido y tampoco está interesado en él-, no es consciente de que hay unas personas con unas faldas que andan constantemente por los suelos, entonces, desde mi punto de vista estamos en un gueto.
En la tradición está presente tanto el aspecto marcial como social, y el equilibrio entre amabas, ayuda al crecimiento de los estudiantes al igual que a la difusión del Arte, pero no en un sentido de proselitismo, sino de integración por nuestra parte y de conocimiento de nuestro hacer para los del entorno.
No podemos aislarnos en nuestra burbuja de desarrollo oriental, -el cual hay que conocer-, más que nada porque estamos estudiando y sumergiéndonos en una cultura de adopción, y de alguna manera somos sus representantes en este lado del mundo (en cada país, ciudad, pueblo o barrio). Dicho de otro modo, cuando vemos que un japonés vuelve a su país y da clase de flamenco, a buen seguro nos gustaría que fuera respetuoso con nuestro patrimonio cultural, ¿no? Entonces, ¿qué nos hace pensar que nosotros no tenemos las mismas obligaciones?
La mejor manera de hacer que las personas nos conozcan es por nuestro comportamiento, máxime cuando nos educamos en una Vía como el Budo, que ha dado el sentir y la forma de actuar a todo un pueblo; y hace poco a demostrado que esa manera de comportarse está viva, como por ejemplo en el pasado tsunami. La otra es hacerles partícipe de esa cultura, y aquí las posibilidades son amplias, desde ofrecer a degustar cosas del acervo japonés o participar en nuestras tradiciones como representantes adoptivos de aquella.
Eso genera una sinergia de integración y de conocimiento mutuo muy grande, el cual fortalece el espíritu de colaboración y respeto entre los pueblos. Porque todos tienen algo bueno que compartir y por lo que sentirse orgullosos.
Ishana Pérez, Agosto de 2012.
Subir
|
Siempre les digo a mis estudiantes “que no crean a pies juntillas lo que les digo, sino que por el contrario, me den un margen de confianza”. Que quiero decir con eso.
Si solo se creen mis palabras y mis demostraciones sin experimentarlas cada uno, se está practicando con mis conocimientos y mi experiencia, que no les va a valer para nada a nadie. De la misma forma que cuando vemos un movimiento sin integrarlo en sí, tampoco nos es útil.
El margen de confianza es porque hay cosas que se pueden constatar en el instante, pero hay otras que necesitan su tiempo para que maduren en base a la observación, a la copia, a la imitación, a la repetición y a la reflexión del hacer de cada cual.
Esta forma de plantear la enseñanza es para crear gente libre y reflexiva, con el objetivo de que en un futuro -cuando se hayan formado bien-, sean creativos en su hacer. Lo contrario sería poner orejeras a las personas y encaminarlas a lo fanático o la fantasía, lo cual, a mi manera de entender, esta fuera del espíritu del Aikido y de la educación que éste comporta.
La búsqueda tiene que ir acompañada de la experimentación y ésta con el ensayo del error-acierto, que es lo que comporta el conocimiento-vivencia del Arte. El Sensei es el que va delante (por eso significa “aquel que ha llegado antes”), el que introduce y nos conduce por el sendero, pero el que lo tiene que andar y experimentar es el alumno, de ahí la importancia de elegirlo bien, para que no nos lleve a un acantilado.
En el fondo somos como científicos, usamos la teoría del Arte para experimentar en el campo de pruebas de nuestros cuerpos y mentes, con distintos enfoques, -bien es verdad-, pero utilizando los mismos principios que rigen la Vida para llegar al mismo fin, en palabras de O Sensei: “El espíritu marcial es vuestro núcleo; emplearlo para volveros científicos del espíritu”, (El Corazón del Aikido, pág. 41. Edición española).
Ishana Pérez, Julio de 2012.
Subir
|
Las personas enfrentan tanto las Artes marciales como las culturales queriendo tener primero el dominio de la técnica antes que el del cuerpo, y eso, sencillamente es imposible de lograr.
Dentro de las marciales, la educación física sobre el cuerpo representa el recipiente donde después se introduce la Waza. Dicho de otra manera, sin el dominio de la estructura corporal no se puede profundizar en la técnica.
Veamos unos ejemplos:
- Cómo va a ver movimiento si no hay una clara consciencia de cómo apoyar los pies y ejercer dominio sobre las entradas y las rotaciones.
- Cómo va a ver flexibilidad en el muelle de las piernas, si las rodillas siempre están bloqueadas.
- Cómo se va a renunciar a la fuerza muscular si nuestra pelvi esta rígida y nuestras caderas no son móviles.
- Cómo se va a utilizar la columna, el pecho, los pulmones y el vientre, si por causa de la tensión -innecesaria- tenemos puesto un corsé de rigidez.
- Cómo se va a utilizar bien el cuello, los brazos y la cabeza si nuestro trapecio es una roca de granito.
- Cómo se va a aceptar bien el Ukemi si estoy tieso y rígido como un palo.
- Cómo se va a utilizar la estructura con eficacia y eficiencia si nuestras acciones son sincopadas.
Esto son unos pequeños ejemplos de unos cuantos puntos importantes dentro del conocimiento estructural que hay que tener.
Si no hay un control a través de la volición y del ejercicio repetido, nunca habrá un control psicosomático sobre sí, y menos aún sobre la Waza.
Pero las personas siempre quieren comenzar con la técnica, quizás porque ven que con ella se somete al otro, pero como siempre la visión no es cabal y se quiere comenzar por el final, en vez de comenzar por donde hay que hacerlo, ¡por uno mismo!
Ishana Pérez, Junio de 2012.
Subir
|
El que en una clase reine el espíritu de trabajo depende de los estudiantes, no del Sensei, me explicaré:
Cuando el profesor explica en el centro con la ayuda del Uke, no solo muestra lo que hay que hacer desde un punto de vista técnico, -tal o cual gesto en caminado a tal resultado práctico-, no, también muestra el encuentro (De-ai) y dentro de éste el control de la dinámica; el ritmo en cada principio y también entre una acción y la siguiente; la actitud ante el ataque, la forma y talante de responder a éste; el nivel de trabajo para desarrollar Ikkyo, Shionage… o lo que sea, en definitiva, que nuestros sentidos conscientes e inconscientes tienen que estar alerta para absorber todo eso, y después: copiar, imitar y repetir.
Pero claro, se plantea una duda razonable:
¿Y si están viendo la explicación un 6º Dan, un 1º Dan y un recién llegado al Dojo, qué hace cada cual?
Bueno aquí cada uno debe absorber según su comprensión actual y actuar arreglado a sus conocimientos, teniendo presente que los de más nivel tienen que adaptarse a los de menos. Eso por un lado, pero lo que si tienen en común es el ritmo de trabajo que se ha marcado, ¿qué quiere decir eso?
No pararse entre técnica y técnica para hablar con el compañero de práctica, (la etiqueta exige que no se hable en el Tatami cuando hay Keiko -práctica-); no estar en las esquinas mirando a las musarañas; no arreglarse la ropa un sin fin de veces sin necesidad para ello; no sentarse a mirar al Sensei que está en el otro extremo del Tatami mostrado a nivel particular; tardar una eternidad (en el papel de Uke) entre el Ukemi y el siguiente ataque…, y todas esas triquiñuelas para no trabajar e investigar con el compañero en lo que se ha mostrado.
Esto es lo que marca en un Dojo el espíritu de trabajo, el nivel de ejecución que cada cual debe asumir según sus posibilidades, y el ritmo para poder evolucionar.
El Sensei puede estar cinco minutos realizando su explicación, pero luego, es responsabilidad de los estudiantes el darle vida a esa chispa en los siguientes diez, quince o veinte minutos que puede durar la práctica de esa explicación, dependiendo del contexto: clase, seminario o intensivo.
Ishana Pérez, Mayo de 2012.
Subir
|
Toda Arte lleva un proceso para madurar, pero claro, eso tiene que estar bien definido, estructurado y acotado en un espacio temporal.
Digamos que hay tres fases para llevar a cabo ese fin en cada estadio: la 1ª es la etapa de la acometida; la 2ª el periodo de establecimiento; y por último está la superación.
La acometida es cuando se decide comenzar el proceso, bien sea siguiendo los grados o sin ellos. En estos casos el novicio se somete al método y la planificación de ese curso formativo.
El establecimiento se produce cuando el alumno ha superado en ese año el planteamiento hecho, y ha demostrado que su mente y su cuerpo han asimilado los conocimientos y gestos que se pedían en ese plan inicial.
La superación es cuando adquirida esa base, le catapulta a otro estadio superior, es decir, al siguiente escalón de la evolución.
Todo este proceso tiene que tener “un tiempo”, de lo contrario ni siquiera se están creando analfabetos funcionales en el Aikido, esto es, hacen las cosas -más o menos- porque las ven, no por haberlas estudiado e integrado en su cuerpo.
Otra razón del tiempo de maduración y del estudio de la forma, es que cada técnica necesita de un número determinado de repeticiones para integrarla en la naturalidad corporal; aquí hay que contemplar la exigencia que se pide en cada Kyu, Dan o año de formación y estudio, y esto con una perspectiva ascendente dentro del proceso.
Si las cosas se hacen así, entonces estamos hablando de “Calidad Formativa”, cosa a tener muy en cuenta para dar seriedad y rigor al Arte.
La ética del proceso es que todo este hecho con trasparencia para evaluar a cada cual según sus esfuerzos, bien se supere o no.
Pero la gran riqueza tanto para el Sensei como para los estudiantes, es lo que no se ve a simple vista del proceso: la determinación, la regulación de la vida, la superación día a día, la voluntad, la constancia, la fe en lo que se hace…
Ishana Pérez, Abril de 2012.
Subir
|
El objetivo de cualquier Budoka es convertirse en natural, ¡cosa nada fácil!, aún cuando parece de sentido común y que todo el mundo la posee.
“Se consideraba que la fusión de la personalidad interna (la mente, su capacidad de percepción, evaluación y decisión, su poder de concentración y volición) con la personalidad externa (el soma, las armas, la funcionalidad especializada del sistema muscular) era de la mayor importancia, porque ayudaba a que un hombre se trasformara en un Bujin (es decir, en una unidad para la lucha). Podía hacer de él un “todo” y permitirle por tanto que reaccionara eficazmente contra la fuerza dispersora y centrífuga de la existencia que actuaba en él de forma desintegradora (tanto desde dentro como desde fuera), sobre todo en situación de combate”. (Oscar Rati y Adele Westbrook, 475).
Llegar a la naturalidad tiene su proceso y su tiempo, son los dos condicionamientos indispensables.
Primero está el aprendizaje de la forma, bien con armas o sin ellas, y en nuestro caso del Aikido, una complementa a la otra.
Lo segundo, es el sometimiento o dejarse poseer por esa forma para luego hacerla nuestra, por eso se dice muchas veces: “tus brazos es una prolongación de tu sable”, y no creo que sea casual el término de Teganata o, “mano sable” en Aikido. Dependiendo del grado de posesión viene la libertad corporal-mental, a mayor identificación mayor libertad y llegados aquí comienza el abandono de la forma original impuesta.
El tercer estadio es la emancipación de ese patrón que se ha ido puliendo y perfeccionando, es como la crisálida que tiene que abandonar su pupa para que le salgan sus alas y poder volar por sí misma.
Aquí no hay diferencia entre el que ejecuta la forma y la forma misma y es cuando se ha producido la fusión o naturalidad que se hablaba en el comienzo, pero esto no es el final, es el inicio del verdadero viaje.
Ishana Pérez, Marzo de 2012.
Subir
|
Es muy común entender el Budo y el Aikido en particular, como un pasatiempo, un divertimento, pero lo que pocos muestran y otros no ven, es que es un proceso de educación continua a lo largo del tiempo.
Siempre digo que primero está la familia, después el colegio, luego viene la universidad y por último estamos nosotros, los budokas.
Pero, ¿qué educación ofrece el Aikido?
Por un lado está la revalidación de los principios éticos que se comenzaron en la familia. Luego viene la ampliación de la educación física -en su amplio espectro- que se inicio en el colegio. Y por último, la proyección como ser humano para vivir una vida plena.
Aikido ofrece un medio para comprendernos a nosotros mismos, -en nuestra individualidad-, al igual que cuando nos relacionamos en comunidad. Eso visto desde el punto de vista del Keiko (de la práctica) es como sigue:
Cuando practicamos con un compañero, lo primero que tenemos que hacer es estar dispuesto a colaborar para el beneficio común, es decir, dando y recibiendo constantemente.
Lo segundo, es sentirnos para luego poder sentir al otro, por lo tanto ya con esta actitud comenzamos nuestra introspección, -eso lo llamamos en nuestra escuela (Dojo) desarrollar energía consciente-. Al ser capaces de percibirnos desarrollamos la capacidad de poder sentir al otro para seguirle, de esta manera nos adentramos en nuestro concepto del Musubi, “la unificación de los opuestos sin el conflicto, por medio de la adaptabilidad”, y esto nos dota de un conocimiento aplicable a cualquier ámbito de la vida.
El otro aspecto relevante es que mantiene nuestra condición física y mental en un estado óptimo a lo largo de los años, eso quiere decir que podemos practicar aún siendo muy mayores, y como consecuencia da una gran calidad de vida.
No debemos dejarnos engañar por ver que un Sr. derriba a otro, eso solo es el perfume de la flor del Aikido y en el fondo lo menos importante, lo real, está detrás de ese derribo que no se ve a simple vista, eso sería en el Arte el “Ura” (lo que está detrás y no se ve).
Ishana Pérez, Febrero de 2012.
Subir
|
Si hay un cuello de botella en nuestro Arte para la evolución es el Ukemi, dado que sin el dominio de éste no se puede progresar en el aprendizaje.
Uke es aquel que hace Ukemis, o rodamientos, -que no son caídas-, porque las caídas son cuando un cuerpo pierde el equilibrio y da en tierra o en algo firme para detenerse; en cambio, los rodamientos, es dar vueltas alrededor de un eje o centro.
Ya que estamos de definiciones, vamos a seguir con Tori, que es aquel que derriba; y Uke, aquel que recibe.
Ukemi es el Arte de ser Uke, y de esto va a depender la calidad técnica del Tori; esto es el Ura en este aspecto técnico que no se ve a simple vista, ¡pero está ahí! Otra faceta del Ura, es la alta dependencia que tiene Tori de Uke para poder aprender, investigar y profundizar en la Waza -la técnica-.
El deber de Uke es tener la capacidad de dar respuesta a la acción que viene hacía sí, y no solamente hay que ejercitarla sobre la lona del Tatami, si realmente se hace Ai – Ki – Do.
Otra cosa importante es que no se es Uke siempre, sino que hay alternancia de roles, -el que era Tori pasa a ser Uke y viceversa-, esto nos muestra la impermanencia de las cosas; la visión empática de la vida; el experimentar en carne propia la vivencia del otro, etc.
Otro aspecto de lo que no se ve, es que cuando se está en el papel de Uke se absorbe gran cantidad de conocimientos, muchas de las veces de forma inconsciente. Como dice un gran amigo mío, “El Aikido es meter un motor de un Mercedes en un chasis de un seiscientos”.
Esta trasmisión de conocimientos mutua entre Tori-Uke Uke-Tori tiene como base la franqueza, la sensación, lo físico y lo intuitivo. Esto quiere decir que si carecemos de sensibilidad para trabajar con el compañero, vamos a obstaculizar la evolución mutua y lo peor de todo, ¡podemos causar/nos daño!
En la acción no hay ganador -el que derriba-; o perdedor, el que es proyectado, solo hay acción como en el Yin y el Yang.
Desde mi punto de vista personal, el siguiente decálogo es un buen método para evolucionar en ser Uke y en realizar Ukemis con propiedad:
1.- Aprende bien la base técnica de los Ukemis, de esta manera en un futuro podrás ser muy creativo.
2.- Siempre exhala al realizarlos, el uso correcto de la respiración es lo que te va a dar calidad de Uke.
3.- No piense, primero aprende a seguir o déjate llevar, para después actuar instintivamente e intuitivamente.
4.- No te resistas, te puedes/en causar daño.
5.- Se flexible y dúctil, es la mejor manera de aprender.
6.- Sigue a Tori vaya donde vaya, dicho de otra manera, camina o mueves los pies. De esta forma aprenderás a escuchar y a sensibilizarte.
7.- Sé sincero al realizarlo, el fingir, ser vago, adelantarse o escabullirse solo te hace perder el tiempo.
8.- No te lesiones; uno de los grandes obstáculos de la práctica son las lesiones.
9.- No compitas, si lo haces nunca se va a comprender Ai – Ki – Do.
10.- El Ukemi no solo pertenece a la esfera del Tatami, intégralo en tu vida.
Ishana Pérez, Enero de 2012.
Subir
|
|